La herencia maldita del dopaje
Ocho exjugadores de Argelia sospechan que la ingesta de drogas provocó serias discapacidades en sus hijos
MADRID. Actualizado: GuardarEn 1987 Argelia era un país en una situación complicada. La bajada del precio del petróleo, la explosión demográfica y la subida de los precios de la vivienda asustaban a los ciudadanos. Sin embargo, había una minoría con esperanzas que podía garantizar un futuro estable a sus hijos. Eran los futbolistas de la selección más exitosa de su historia hasta entonces, un grupo que destacó en el Mundial de España, conquistó el tercer puesto en la Copa de África en 1984 y asustó a Brasil el Mundial de 1986. Los 'Zorros del desierto' eran el orgullo de aquel joven estado.
Entonces, el destacado defensa Mohamed Chaïb decidió formar una familia con su esposa. No fue sencillo. Su primera hija nació con distrofia muscular y falleció por esta enfermedad antes de cumplir los 18 años. «Decidimos hacernos pruebas de ADN en 1999 en Francia. Los resultados fueron claros: mi esposa y yo no podíamos tener hijos genéticamente enfermos. Posteriormente mi mujer dio a luz a dos niñas, también con la misma enfermedad», recuerda el exfutbolista.
«A partir de ahí empecé a hablar con mi amigo Kaci Said [centrocampista del mismo grupo], quien también tenía una hija con una discapacidad, y a considerar otros motivos como causa de estas enfermedades», explica estos días en Argelia. Las pesquisas de ambos les llevaron a descubrir que al menos otros cinco compañeros habían tenido hijos con discapacidades. «Desde que descubrí que no estaba solo, empecé a hacer preguntas», reconoce Djamel Menad, delantero de aquella selección.
Tras intercambiar sus experiencias decidieron reclamar una investigación que ha sacudido Argelia 25 años después de que los 'Zorros del desierto' izaran el símbolo de la esperanza en su país. En los 80 el gobierno del coronel Chadli Bendjedid tomó las riendas del equipo para explotar el fútbol como propaganda. El Gobierno de la antigua colonia francesa entregó el equipo al soviético Gennady Rogov y a su médico de confianza, Aleksander Tabarchouk. «Nos hizo tomar pastillas amarillas. No me acuerdo del nombre. No sabíamos lo que eran y no nos importaba. Lo importante era estar en forma y recuperarse bien», recuerda Chaïb. Un cuarto de siglo más tarde siete futbolistas de aquel conjunto se han reunido para solicitar sus desaparecidos expedientes médicos y demandan los informes médicos desaparecidos y una explicación sobre las discapacidades de su descendencia.
Precedentes
De acuerdo con Werner Franke, un experto en la lucha contra el dopaje, especialistas de la salud soviéticos trabajaron en el Instituto de Ciencia y Tecnología Deportes Ben Aknoun en aquella década. «La relación no es evidente, pero es posible», reconoce el doctor Rachid Hanifi, el doctor de la época anterior.
El entrenador Rogov falleció en 1996 pero Tabarchouk hizo carrera en el Comité Olímpico de la URSS y fue reconocido en su país con varios premios. El médico, que ya ha cumplido 71 años, contestó a las acusaciones. «¿Qué Dopaje? Hubo solo vitaminas procedentes de Francia y nutrientes para recién nacidos desde Holanda. La Federación estaba al tanto porque las pagaba», respondió en una entrevista al diario 'DZfoot'.
Existe una recopilación casos de la antigua República Democrática Alemana con enfermedades inexplicables, malformaciones y fallecimientos recogida por el historiador Giselher Spitzer. De hecho, la nadadora Christiane Knacke-Sommer denunció que las prácticas dopantes de la RDA le habían «destrozado cuerpo y mente» y que su hija había sufrido una enfermedad inexplicable durante meses. El médico Jean-Pierre de Mondenard sostiene que los efectos secundarios pueden afectar a la descendencia a través de los embriones y que «varios atletas acudieron a un tribunal alemán debido a que sus hijos nacieron con deformidades».
Mientras, los exfutbolistas insisten en que se abra una investigación. Algunos de ellos -Kaci Said, Mohamed Chaïb, Kouci Mustapha, Larbi Salah y Djamel Menad- han llamado la atención en público con el relato de sus experiencias. Todavía ninguna organización ha respondido oficialmente. «Queremos saber la verdad. Tenemos que saber la causa de nuestro sufrimiento», advierte Chaïb.