El bucle francés
Liberados estos años de la tutela política y gastronómica gala, no nos lo perdonan
Actualizado: GuardarDesde que se acuñara en España el despectivo término 'gabachos', para señalar a los franceses que venían enrolados en las tropas napoleónicas procedentes de las aledaños del Gave, en la región provenzal, la relación con nuestros vecinos ha atravesado muchas vicisitudes. Ellos decían que África empezaba en los Pirineos y nosotros que Francia sería un país maravilloso... si no fuera por los franceses. Años después de consolidada la democracia de este lado del Bidasoa y recuperado el aliento económico y cultural nosotros les exportamos las tapas y la movida y ellos parecieron bajar un par de escalones de la altanería secular con que nos miraban. Simulaban haberse diluido algo los clichés de españoles toreros, ajo y paella, fratricidas y conquistadores a sangre y fuego. Mientras, desde aquí, adoptamos la 'baguette' y seguimos yendo a Biarritz pero no a ver 'cine francés' sino a comprar 'foie'. Pero, casualidad o no, ahora que llevamos unos buenos años postrados en la crisis, desfondados por el vendaval inesperado que amenaza nuestro recién conquistado bienestar, vuelven los viejos fantasmas.
Acaba de publicar 'Le Monde', la antigua 'biblia de los progres' un suplemento enteramente dedicado a España en la edición especial fin de semana que parece diseñado por los supervivientes de aquella margen izquierda del Sena tan soberbios ellos, tan acomplejados nosotros. Ellos con sus cigarrillos Gitane y nosotros con los Celtas. La portada del diario ya es una declaración de intenciones. Sobre el fondo de una fotografía de los 'indignados' en la Puerta del Sol un titular casi premonitorio aunque en forma de interrogación: ¿Dónde vas, España? Los reportajes destilan el inconfundible aroma de los tópicos y de paso desprestigiar lo poco que queda del milagro español. Uno sobre microcréditos parece como si Sevilla fuera Calcuta, otro de Andalucía que hasta para hablar de energía fotovoltaica suenan las castañuelas; nuestro pasado también está en crisis porque en cultura señalan los peligros que se ciernen sobre las pinturas de Altamira. Y así sucesivamente. Pero la traca final llega en la sección de deportes. Un extenista que en los años ochenta ganó una vez Roland Garros, Yannick Noah, perpetra con el título intencionado de 'La poción mágica' un artículo en el que explica los éxitos del deporte español de los últimos diez años porque aquí todos y de todas las disciplinas se meten en la marmita del dopaje un ratito antes de competir.
Que un periódico como 'Le Monde' haya publicado semejante difamación da una idea de la profundidad del bucle melancólico en que ha entrado cierta opinión pública de nuestros vecinos. Silenciados ellos estos años por el boom español, liberados nosotros de la tutela intelectual, deportiva, política y ¡gastronómica! francesa, a la vista de lo que hay, no nos lo perdonan.