GUERRILLA
Actualizado: GuardarAla espera de que los que tienen la sartén por el mango nos cuenten cuál es el guiso que nos vamos comer los próximos años, la atención del curioso profesional se desvía inevitablemente a los se quedaron sin el mango, o el mando, da lo mismo. También, y hay que reconocerlo, es porque somos un país de «viejas del visillo», como nos retrata de forma genial José Mota. Da más gustito y calma más la frustración congénita la historia del perdedor con sus vicisitudes y bochornos que la gloria ajena. Los ganadores no apetecen, no son atractivos para los carroñeros; el único consuelo que nos queda es encomendarnos al infalible 'ya caerán'. Prueba de que no van desencaminadas mis reflexiones es que a casi todos nos interesa más ver cómo abordan los socialistas el marrón que tienen, que las comparecencias de los populares.
De todas las curiosidades que nos llegan desde la casa del pobre, la que nos ha regalado Alfonso Guerra estaría en el número uno. Guerra se tira al monte y se declara guerrillero. Así me gusta, animando los titulares. Supongo que a más de uno de sus compañeros no les habrá sentado nada bien las «mañanitas domingueras» del poeta. Repartió estopa para los socialistas catalanes, entre los que se encuentra la candidata Chacón, no dejó títere con cabeza en la directiva de su partido y asustó a los jovencitos con tentaciones de relevos generacionales. Pero para eso estamos los que somos público, para disfrutar con las discrepancias, sobre todo si provienen de una gran familia que comparte las mismas consignas. Porque no me negarán que lo más aburrido de un partido político es precisamente lo políticamente correcto; como en los demás ordenes de la vida, la incorrección y la imperfección nos anima porque nos reconcilia con nuestros deberes sin hacer. A la espera de que empiecen las riñas en la casa del rico, que llegarán con los repartos de cortijos, nos conformaremos con las batallitas de los viejos roqueros que se resisten a colgar las guitarras. Pasen buen día.