PAN Y CIRCO

¿QUÉ LE PASA A NADAL?

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Resulta desagradable ver a uno de tus héroes arrastrándose cuando llega el momento en el que los mejores tenistas del mundo deben sacar a relucir su mejor repertorio. Pero esto es lo que hay porque Nadal ha entrado en un periodo de crisis del que necesitamos que salga lo antes posible, teniendo en cuenta que se avecina la final de la Copa Davis.

Todavía resulta más frustrante el notable deterioro de poderío del número 2 de la ATP porque ofrece síntomas preocupantes de agotamiento absoluto de una fórmula que, hasta el momento, se había mostrado perfecta para someter al resto de raquetas del circuito. Han desaparecido de un plumazo su casta, su imponente físico y una gama de golpes que le situaban un escalón por encima del resto de 'top ten'. Lo peor de todo es que no sabemos cuándo surgira de nuevo esa magia que había doblegado a Federer y a la previsible irrupción de un Djokovic en estado de gracia. Nadal está entre lo más grande que jamás ha parido el deporte español, aunque no vuelva nunca más a ser el de antes. ¿Agotamiento mental? ¿Perdida de ilusión? ¿Problemas de índole físico? El asunto tiene miga porque no es normal que jugadores que antes ni osaban toserle sean capaces de ponerle contra las cuerdas en apenas tres sets. Lo normal sería que, visto su estado de forma, nuestro mejor tenista no fuera titular en la lucha por la ensaladera.

No está nuestro personaje para muchos trotes de cara a una cita vital. Así que todo pasa porque el propio tenista manacorense y su gente de confianza analicen con frialdad qué está pasando por su mente y su cuerpo por si hay que tomar una decisión dolorosa aunque necesaria, porque corremos el peligro de que los argentinos se lo coman vio en un abrir y cerrar de ojos. El deporte español necesita a Rafa Nadal al cien por cien, pero, sobre todo, es él quien necesita encontrar unas sensaciones que hace tiempo ha perdido.