CARTAS A LA DIRECTORA

Brutalidad

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Prudencia y uso de la inteligencia: componentes que pueden ayudar a salvar vidas. Prudencia, sí, con esos, a veces, súbitos e irreflexivos enamoramientos que se generan preferentemente en ciertas zonas de esparcimiento entre la mocita temprana, y no tan temprana, y el trampero de turno. Como en el Massai Mara, el depredador vigila. La hora, unas copas, y la cosa casi siempre acaba mal. No olvidaré mencionar la simpleza de algunas emisiones televisivas que capturan a la juventud más influenciable. Tampoco lo haré con aquel programa donde una chica asustada, Svetlana, rechazaba una y mil veces retomar una relación con un sujeto, mientras la conductora, entre jolgoriecitos, la urgía a que lo hiciera. No lo hizo, y poco después el citado sujeto la asesinó.

¿Y qué hacía Marta, aún no aparecida, en el piso de un facineroso cuando su relación ya no existía desde un año atrás? ¿Es eso cautela? Una, no muy afortunada, expresión popular predica que las mujeres y los gatos nunca vienen si se les llama. Bueno; pues si no vienen o van será porque no les da la gana, y existe el deber inexcusable de acatar las decisiones de todas las mujeres, de los hombres y también las de los gatos.

Que los protocolos de protección para la violencia de género tampoco funcionan es algo que lo demuestra el día a día. La amenaza de muerte, más pronto que tarde, se cumple. Esto es una maldita lacra y no parece que, hasta la fecha, se dé con la solución. Quizá se le presta excesiva atención a politiqueos, crisis, votaciones y asuntos menores teniendo, como tenemos, un muy preocupante problema en el incremento de brutalidad extrema impropia de seres racionales, que no dudan en vengar desavenencias o ajustar cuentas de pareja empleando la agresión, muchas veces mortal, sobre la parte más indefensa: las mujeres y los niños.