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Tahrir se enquista contra la junta militar
Los manifestantes se hacen fuertes y rechazan la elección de Kamal el-Ganzuri como nuevo primer ministro
EL CAIRO. Actualizado: GuardarLa plaza Tahrir obtuvo ayer su mayoría de edad y demostró que no necesita ya de los Hermanos Musulmanes para arrastrar a cientos de miles de personas a este epicentro de la democracia popular. Los manifestantes mantuvieron su pulso a la junta militar en la que es probablemente la mayor protesta desde la revolución de enero y febrero. Ni el nombramiento de un nuevo primer ministro, ni la promesa del Ejército de que el nuevo jefe del Ejecutivo tendrá todas las prerrogativas necesarias para gobernar de forma independiente, surtieron efecto alguno en la plaza.
Doce años después, Kamal Ganzuri vuelve a la jefatura del gobierno y asegura que esta vez tendrá más poder que ningún otro primer ministro en Egipto. Tan alejada está la junta militar y su jefe, el mariscal Mohamed Hussein Tantaui, del sentimiento de Tahrir, que los militares han decidido ofrecer el cargo a un hombre de 78 años que trabajó durante el régimen de Hosni Mubarak. Se habían barajado muchos nombres, entre ellos los del exsecretario general de la Liga Árabe, Amro Musa, el Nobel de la Paz Mohamed el-Baradei o el académico Hossam Eissa. Pero, con los antecedentes del Gobierno interino de Esam Sharaf, que dimitió el pasado domingo y que no ha tenido autonomía para llevar a cabo ninguna reforma, muy pocos están dispuestos hoy en día a aceptar el cargo.
«Ganzuri está caducado. Es demasiado viejo, necesitamos gente nueva que entienda la revolución», aseguraba Randa el Salawy, una dentista que acudió a la protesta con toda su familia. Otros, como Mohamed Ramzi, un joven de apenas 19 años pero para quien la revolución ha supuesto un temprano despertar de su conciencia política, afirmaban que el principal problema es tanto la persona en sí como que «mientras la junta militar se mantenga en el poder, ni el Gobierno, ni el primer ministro ni el Parlamento van a tener capacidad para cambiar nada».
En su primera rueda de prensa, Ganzuri dijo ayer que jamás habría aceptado esta misión «si supiera que el mariscal quiere quedarse», y aseguró que será difícil que el nuevo Gabinete esté listo antes del comienzo de las elecciones legislativas. La cita con las urnas empieza el próximo lunes 28, y ayer la junta militar anunció que los egipcios dispondrán de dos días para votar, quizás para tranquilizar a los que consideran que, en este clima de tensión y crispación, es imposible ir a los comicios de forma libre y segura. A través de un decreto, el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (CSFA) amplió las ya de por sí complicadísimas elecciones al Parlamento, que se celebrarán en tres fases (las provincias del país se han dividido en tres grupos y acuden en citas distintas), cada una de las cuales tendrá dos vueltas. En un país con un nivel de analfabetismo que supera el 30% y sin cultura democrática, los egipcios deben, además, elegir candidatos de listas abiertas y cerradas.
Con cada día que pasa, la brecha entre la plaza Tahrir y los partidos islamistas se hace más grande. Los Hermanos Musulmanes han boicoteado una protesta que consideran que «puede generar caos» y que podría perjudicarles si fuerza un retraso -que ya parece imposible- de los comicios. Aunque en la glorieta pudo verse ayer a muchos islamistas, y las juventudes de la Hermandad han hecho caso omiso a sus líderes, las principales fuerzas de esta tendencia han apoyado a la junta militar en su postura de mantenerse en el poder hasta que se celebren elecciones presidenciales, como ayer confirmaron en un comunicado conjunto.
Causa palestina
Pero quizás la muestra que mejor escenificaba este alejamiento fue el desafortunado llamamiento por parte de los Hermanos Musulmanes de una protesta pro-palestina ayer en apoyo de la mezquita de Al Aqsa, en Jerusalén. Sus responsables aseguraron que había sido convocada con anterioridad, pero los manifestantes de Tahrir no pudieron sino ver en esta concentración alternativa la utilización de la causa palestina para los propios fines políticos de la cofradía.
«Tahrir no es Egipto», dijo el Ejército el pasado jueves, y a los militares no les falta parte de razón, a pesar de que su discurso haya cambiado mucho desde aquel «no hay alternativa a la legitimidad del pueblo», que anunciaron tras la dimisión forzada de Hosni Mubarak el pasado 11 de febrero. Ayer, varios miles de personas se congregaron en el barrio cairota de Abasiya para apoyar a la junta militar y pedirle que se mantenga en el poder.