Soldados egipcios impiden el paso de manifestantes por la calle Mohamed Mahmoud, camino de la sede del Ministerio de Interior. :: ANDRE PAIN / EFE
MUNDO

El Ejército se parapeta tras las elecciones

El líder militar se reúne con un antiguo primer ministro de Mubarak y después desmiente haberle encargado encabezar el Ejecutivo La junta que lidera Tantaui dice que garantizará la seguridad en los comicios del lunes

EL CAIRO. Actualizado: Guardar
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«Las elecciones no se van a retrasar. Es nuestra última palabra». La junta militar egipcia, que podría haber ofrecido a Kamal Ganzuri, un antiguo primer ministro con el régimen de Hosni Mubarak, liderar el próximo Gobierno, fue ayer tajante en su compromiso con la celebración de comicios legislativos, que deben comenzar el lunes y «cuya seguridad va a garantizar el Ejército».

Pero desde la plaza Tahrir, ese gran pulso que la revolución egipcia está echando a las autoridades castrenses -y que se ha propuesto un nuevo objetivo, la caída del mariscal Tantaui-, la posibilidad de llevar a cabo elecciones cuando 40 familias acaban de enterrar a sus muertos por la represión policial, no se ve tan clara. Tampoco parece fácil que los manifestantes pudieran aceptar a Ganzuri, de 78 años, que se reunió con el mariscal Tantaui en la sede de la secretaría general del Ministerio de Defensa. La convocatoria del 'viernes de la última oportunidad', la gran manifestación-ultimátum que tendrá lugar hoy, seguía anoche en medio de la confusión de acontecimientos.

Kamal Ganzuri, que lideró el gobierno de 1996 a 1999, introdujo medidas para liberalizar la economía egipcia y goza de mejor reputación que otros primeros ministros, pero a ojos de los manifestantes no deja de ser un hombre del antiguo régimen. Si Ganzuri va a gozar realmente de prerrogativas para llevar a cabo los cambios democráticos que necesita el país sin ser manejado por los militares también está en cuestión.

La junta militar también reconocía ayer que se han producido «violaciones de los derechos humanos» en la actuación de la Policía en los últimos cinco días, prometió investigarlo y se disculpó en su página de Facebook. En una rueda de prensa en la que a ratos parecía que sus conferenciantes vivieran en una realidad paralela, los generales negaron que el Ejército hubiera entrado en la plaza desde septiembre -a pesar de que varias televisiones por satélite mostraron imágenes en directo el domingo de militares entrando en Tahrir pertrechados con grandes porras. También rebatieron que la Policía hubiera utilizado armas de fuego contra los manifestantes, aunque el ministro de Sanidad reconocía el miércoles que varios de los muertos se habían producido por fuego real.

Sin legitimidad

«Las elecciones se han convertido en una gran charada», aseguraba ayer la activista Radwa el-Baruni, para quien «si se sigue adelante con el calendario propuesto el Parlamento que salga de los comicios no va a tener legitimidad».

La mitad de los amigos de El-Baruni, que espera su acreditación para ser observadora en las legislativas, piensan boicotear el voto. La otra mitad no sabe aún qué hacer, como aseguraban muchos ayer en la plaza Tahrir. «La votación no puede ser libre en estas circunstancias, muchos no van a sentirse seguros a la hora de votar cuando la Policía, que ha matado a tantas personas, tiene como misión asegurar los colegios electorales», afirmaba Mohamed Shabaa, un estudiante de 19 años que se estrena en esta cita con las urnas.

Una calma relativa se respiraba ayer en la plaza Tahrir después de que el Ejército desplegara varios tanques para proteger el ministerio del Interior, muy cercano a la glorieta, y levantara un muro de hormigón para mantener a los manifestantes a raya.

Cientos de jóvenes pacíficos se afanaban ayer creando barreras humanas para impedir que otros más exaltados pudieran intentar llegar hasta la línea de militares y volviera a estallar la violencia. «La gente tiene que volver a la plaza porque como se mantenga este nivel de caos mañana (por hoy) puede ser desastroso», gritaba a la multitud Mohamed Aid, un joven que montaba guardia en uno de estos parapetos humanos.