José I reina en la primera gran exposición del Bicentenario
La Casa Pinillos alberga la muestra sobre el viaje andaluz del hermano de Napoleón. Piezas de museos franceses e ingleses y tres Goyas dan prestigio a un conjunto que ensalza la figura del monarca
CÁDIZ Actualizado: GuardarA cuarenta días escasos de que se inicie el año del Bicentenario, ya se ha inaugurado el ciclo cultural que viene a ensalzar y dar brillo a la efeméride. La primera de las exposiciones programadas para 2012 -serán diecisiete organizadas por Defensa, Consorcio y Ayuntamiento- ha situado el listón de calidad, instituciones colaboradoras y temática en un lugar casi irrebatible. La historia, 'El viaje andaluz del Rey José I: Paz en la guerra', convence. El interés de algunas de las piezas que alberga, entre otras muchas los retratos que firma Francisco de Goya o la mismísima espada del rey francés de España, es innegable. Y la participación y apoyo de museos internacionales enriquecen una muestra hasta ahora inédita.
El Museo Provincial de Cádiz se engalanó ayer -congregó a la política, cultura y sociedad gaditanas- para la apertura de este periplo que esconde dos lecturas. De un lado, el físico, el que sirve de motivo a la exposición, la expedición que José I realizó por tierras del sur durante cinco meses del 1810. El otro recorrido acaba de abrirse y servirá para medir el calibre de unos fastos empañados por la tormenta de la crisis.
El presidente del Consorcio para la Conmemoración del II Centenario de la Constitución de 1812 y consejero de Gobernación y Justicia, Francisco Menacho, y el secretario de Estado en funciones del Ministerio de Defensa, Constantino Méndez, presidieron el acto inaugural y explicaron los porqués de la muestra, que podrá verse en la recién rehabilitada Casa Pinillos hasta el próximo 29 de enero.
Como ya adelantó LA VOZ hace unos días, 'El viaje andaluz del rey José I', que está comisariada por el presidente del Foro para el Estudio de la Historia Militar de España, José María Espinosa de los Monteros Jaraquemada, y el profesor Alberto Romero, profundiza en la imagen del injustamente denostado monarca español. «Fue un hombre de firmes principios liberales, que dentro de lo posible y a pesar de su caricatura resultó ser un buen gestor», subrayó el consejero Menacho. Un intelectual -primer rey universitario de España- que quiso exportar las ideas de la Revolución Francesa, modernizar las infraestructuras del país y recuperar nuestro patrimonio artístico.
Un dirigente que quedó prendado de Andalucía, de su belleza y del recibimiento que en su campaña militar recibió de los locales. Lo argumentó el presidente del Consorcio en su discurso, al afirmar que, en su viaje andaluz, «José Bonaparte intentó mostrarse como un hombre virtuoso para lo que no dudaba en presentarse como el más católico de todos los católicos y prodigaba obras benéficas a su paso, aunque tampoco se quedaba corto en cuanto los indultos fiscales y donaciones de dinero; pero al mismo tiempo restauró la fiesta taurina que había sido prohibida por Godoy para contentar a los ilustrados, por lo que derogó la Pragmática Sanción emitida por Carlos IV en 1805 que suprimía dichos festejos, pese a sentir verdadera aversión por las corridas de toros.
Reaprender la Historia
«Reaprender la memoria común», como destacó Constantino Méndez en su presentación. De eso versa la muestra recién inaugurada. «Una nueva oportunidad para consolidar el sentimiento de identidad nacional y conocer los acontecimientos que determinaron el devenir del siglo XIX». También es una posibilidad de contemplar muchos documentos y objetos que por primera vez han traspasado los Pirineos.
Organizada por el Ministerio de Defensa y el Consorcio para la Conmemoración del II Centenario de la Constitución de 1812, con la ayuda de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, la muestra está compuesta por piezas procedentes de los museos franceses (Malmaison, Chateaux Versalles, Museo de Versalles, Musée L´Armée), ingleses (Stratfield Saye, King´s Royal Hussars), además del Museo del Ejército, la Biblioteca Nacional, Museo Romántico, Banco de España o Real Academia de la Historia, entre otras instituciones colaboradoras, como la Fondation Napoleón o la revista 'Le Souvenir Napoleonien'.
A través de más de ochenta piezas entre fotografías, libros, mapas, láminas (algunas de ellas de Alexandre de Laborde), cuadros, grabados, miniaturas, copias de decretos o maniquíes; la exposición 'El viaje del Rey José I: Paz en la Guerra' no solo permite conocer a uno de los Reyes más efímeros y controvertidos de la historia de España, sino que se ofrece un punto de vista distinto de los inicios del siglo XIX en España, haciendo especial hincapié en los aspectos culturales e intelectuales frente a los aspectos bélicos de la época.
La espada del gestor, procedente del Musée de l'Armée, los retratos que Goya realizó al General Guye (Virginia Museum of Fine Arts), Juan Meléndez Valdés (Colección Banesto) y Francisco Cobarrús (Colección Banco de España), además de los utensilios que el rey usó en su periplo -algunas de estas piezas provienen de la colección de los herederos del Duque de Wellington, también presentes en la inauguración-, además de una amplia cartografía, salpican una muestra dividida en provincias. A cada una de las que pisó el hermano de Napoleón en su avanzada, corresponde un título sugerente. Legua tras legua, pasado Despeñaperros, su primera residencia en La Carolina, 'Córdoba y la fascinación del patrimonio', 'Málaga, por la fuerza de las armas'; 'Granada, la España soñada o 'Cádiz, España en las dos orillas'.
Recreación en El Bosque
Varios audiovisuales explican los detalles de este viaje temporal que tiene el punto de partida en el mismo patio de la Casa Pinillos. Allí, una gigantesca figura ecuestre de José Bonaparte recibe al visitante. No es la única recreación de la muestra. Además de las figuras de un chevau-lager y un granadero de la Guardia Real josefina, la exposición contiene un original montaje. Una estructura negra rodeada de cintas de metal en un lecho de hojas retrotrae al espectador hasta febrero de 1810. En una de sus paradas, esta vez en El Bosque, el rey recibe la Minute imperial por la que Napoleón declaraba la anexión a Francia del norte español. Un varapalo más para un monarca reformista y regeneracionista que muy pronto, y a pesar de su avanzadilla, se quedó sin tierra.
«Somos herederos de los acontecimientos del XIX, donde encontramos nuestras raíces y también lo que dejamos atrás. Todo lo que configura la España contemporánea», finalizó el secretario de Estado de Defensa, Constantino Méndez. Una Edad que, quién sabe, hubiera transcurrido por otros derroteros si el hermano del emperador no hubiera topado en Cádiz con la resistencia y, en su propia casa, con la traición.