Sociedad

El capitán Europa

Wolfgang Schäuble, el temido ministro de Finanzas alemán, el hombre llamado a sacarnos de la crisis, vive en silla de ruedas desde que un perturbado le pegó dos tiros

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El Capitán América nació como un 'arma' de la propaganda estadounidense en la Segunda Guerra Mundial. El superhéroe era la encarnación de la nación libre y pacífica que se oponía a la Europa bélica y oscura de Hitler. Medio siglo después, es el viejo continente -y, cosas del destino, el propio estado alemán-, quien está protegido por su Capitán Europa. Aunque Wolfgang Schäuble, paralizado de cintura para abajo por culpa de las balas que le disparó un perturbado mental, también tiene mucho que ver con Daredevil (Dan Defensor en España), el héroe ciego que tiene el resto de sus sentidos amplificados. Esa imagen de aparente de debilidad engaña cuando se trata del ministro alemán de Finanzas, que atrapa todas las miradas cada vez que entra en la sede de la Unión Europea en Bruselas impulsando su silla de ruedas. El mundo espera sus respuestas a la crisis como quien aguarda al oráculo de Delfos. Ostentar su cargo con la que está cayendo es como ser el Papa en época de cruzadas.

Por eso Angela Merkel fue una de las primeras personas a las que llamó Mariano Rajoy nada más proclamarse vencedor el domingo. La canciller y su poderoso Schäuble son los que marcan las reglas del juego en esta contienda para salvar un modelo que se resquebraja. No en vano lleva la etiqueta del viejo europeísta. Es uno de los hombres que más trabajaron por construir la Europa unida y ahora trata de mantenerla sin perder piezas (países) por el camino. Es su última gran batalla. Y eso que ha tenido muchas. La más dura, el 12 de octubre de 1990. Durante un mitin en una cervecería, un tipo llamado Dieter Kaufman le pegó dos tiros que le atravesaron la mandíbula y la columna vertebral. El agresor fue confinado para siempre en un centro psiquiátrico, y Schäuble quedó postrado en una silla de ruedas. Dicen que el incidente le hizo más fuerte, que le enseñó a valorar la importancia de su mujer y de sus cuatro hijos. Después de aquello, fueron muchos los que le descartaron como sucesor de Helmut Kohl en la cancillería. Otros pensaron que no era una locura imaginarle como la versión germana de Franklin Delano Roosevelt -el 32º presidente de EE UU, también paralítico-. Un sueño truncado por otros motivos.

Tiene fama de ser temible, duro, agrio... Ojos de halcón tras sus gafas sin montura y el humo de su pipa. Sin embargo, dos españoles que le conocen coinciden en dibujar una imagen bien distinta. Ideológicamente en las antípodas, Elena Salgado, vicepresidenta y ministra de Economía en funciones, es una de ellas: «A pesar de esta cierta fama de persona inflexible y poco simpática que algunos le achacan, es un hombre afable y de trato muy cordial, que sabe escuchar y es sensible a los problemas de los demás». El otro, Antonio López-Istúriz, secretario general del Partido Popular Europeo (PPE) y diputado del PP en el Parlamento de Estrasburgo, quien destaca su «fino sentido del humor y su ironía. Es afable, aunque no quita que en su trabajo sea un hombre serio. Más bien tímido, sensible, y aunque tiene un discurso apasionado, nunca le he visto una salida de tono. Impone, pero no le tratan de forma reverencial porque es muy cercano, buena gente y nada soberbio pudiendo serlo».

Schäuble nació en pleno conflicto mundial, el 18 de septiembre de 1942, en Friburgo de Brisgovia, la ciudad más al sur de Alemania, en la Selva Negra. Su padre era asesor fiscal de una empresa textil y educó a Wolfgang y a sus dos hermanos en el cristianismo evangélico, un credo protestante que sin duda ha influido en su apuesta por la austeridad como fórmula para salir de la crisis. Aunque también hay quien le cuestiona, como el premio Nobel de Economía de 2007, Eric Maskin, quien augura que «las medidas de austeridad solo provocarán lo peor», que incluso acabarán por volverse contra Alemania, al atenazar a los mercados a los que precisamente este país vende.

Pero Schäuble se mantiene firme. ¿Su último vaticinio? «Podemos estar ante siete años difíciles de cierta debilidad en la economía mundial». Eso sí, luego suaviza el derechazo y puntualiza que un menor crecimiento a corto plazo garantiza una ganancia a largo. Y precisamente en el largo plazo es donde mejor se desenvuelve, donde tiene experiencia: es uno de los hombres que han conducido a Alemania de las ruinas de la guerra más espantosa a la reunificación de un país hoy motor de la región. En solo medio siglo.

Mejor trabajo que jamón

Elena Salgado admira «su inteligencia, sus conocimientos y su experiencia» y destaca el respeto que inspira «en todos los miembros del Eurogrupo y del Ecofin (Consejo de Asuntos Económicos y Financieros). Es riguroso y exigente en sus planteamientos y juicios, y ha reconocido privada y públicamente los esfuerzos de España y del gobierno socialista para hacer frente a la crisis». Un poco de autobombo. Antonio López-Istúriz tampoco escatima elogios: «La confianza que genera a nivel personal, que conduce a pensar que este hombre va a sacar a Europa del pozo. Está entregado por completo a su trabajo; no le vayas con temas banales, agradece más que le hables de la situación española que si le llevas jamón y vino. Es muy pragmático».

Schäuble estudió Derecho y Económicas y trabajó de abogado, pero con su afiliación en 1961 a las juventudes del CDU (Unión Demócrata Cristiana, miembro del Partido Popular Europeo) emprendió una brillante carrera como político. Con Kohl fue ministro federal de Asuntos Especiales (1984-1989) y después se hizo cargo de la cartera de Interior. En esta época impulsó la reunificación de Alemania (1990) -su discurso para que la capital fuese Berlín en lugar de Bonn puso en pie al Parlamento- y también gestó algunas de sus opiniones y sugerencias más polémicas, las que más críticas le han valido, incluso desde su propio partido: la ejecución selectiva de terroristas, el uso de información obtenida con tortura por agentes extranjeros, el rastreo de los ordenadores de sospechosos a través de internet...

En Interior se mantuvo hasta 1998, cuando Gerhard Schröder (Partido Socialdemócrata, SPD) ganó a Kohl en las elecciones. Schäuble le sucedió al frente de su partido, listo para ser el futuro canciller, pero un escándalo de financiación ilegal lo obligó a dimitir: su formación aceptó 100.000 marcos alemanes de 1994 (8,5 millones de pesetas) de un hombre de negocios que era también traficante de armas. Con Schäuble neutralizado, Merkel tenía el camino libre. Finalmente, en 2005, la recién elegida canciller lo rescató para el ministerio de Interior de su gobierno de coalición (CDU, SPD y FDP). Y en 2009 lo colocó al mando de las finanzas. Hasta hoy.

«La parálisis continúa»

Las medidas contra la crisis aplicadas en Alemania y pergeñadas por Schäuble están dando resultados allí: en junio de 2010, Merkel anunció el plan de ahorro más importante desde la Segunda Guerra Mundial, 80.000 millones de euros hasta 2014. Pues bien, acaba de conocerse que el Producto Interior Bruto lleva hasta la fecha un crecimiento interanual del 2,5% y que el país ha alcanzado el mayor nivel de empleo desde 1990, aunque algunos denuncien, eso sí, contratos mucho más duros.

Detrás está la mano de Schäuble, que no deja indiferente a nadie: temido aunque respetado por los PIGS (Portugal, Italia, Grecia y España), que escuchan sus dictados con una mezcla de pavor y esperanza, y cuestionado por muchos alemanes, que entienden que están financiando los 'excesos' que han conducido a otros al borde de la quiebra. Lo que él propugna es una Alemania solidaria siempre que todo el mundo haga sus deberes. «Él se enfrenta a su propio país -elogia Antonio López-Istúriz-, que no entiende que para Alemania la fortaleza radica en el euro. Allí algunos piensan en volver al marco, como aquí con la peseta. Pero a él ser impopular le trae sin cuidado, por su edad y su experiencia no está pendiente de la imagen que da, sino de lo que se juegan su país y la UE».

Pese a todo, el Capitán Europa es uno de los políticos mejor valorados dentro y fuera de Alemania. El año pasado, en plena debacle de los mercados europeos, fue ingresado en varias ocasiones por culpa de su parálisis, que le provoca problemas digestivos, llagas y calambres. Dicen que, estando aún convaleciente, siguió trabajando y que concedía entrevistas tumbado boca abajo desde su cama del hospital. «Genera respeto y admiración, tiene una fuerza de voluntad férrea y es un ejemplo de superación para todos» insiste López-Istúriz. Hace casi 22 años, días después del atentado que le costó la movilidad de sus piernas, admitía ante la prensa: «La parálisis continúa. Y nadie puede decirme a ciencia cierta si será permanente. Lo cierto es que en el futuro previsible voy a tener que vivir en silla de ruedas y que, por supuesto, puedo hacerlo». ¿Quizás una metáfora sobre la Europa que tanto quiere?