UNA SANGRÍA DE MÁS DE CUATRO MILLONES
Actualizado: GuardarLa derrota socialista de ayer la escriben con pulso firme los 76 escaños que le distancian del Partido Partido Popular en el Congreso de los Diputados y los más de 4,5 millones de ciudadanos que le han vuelto la espalda desde las elecciones legislativas de 2008. La socialdemocracia en España vive sus horas más bajas; aún más que cuando se formaron las Cortes Constituyentes. La votación socialista de ayer se sitúa a años luz de aquella victoria arrolladora que consiguió Felipe González en 1982.
Ante tan magros resultados, el tesón, la dignidad y el buen hacer político del perdedor, Alfredo Pérez Rubalcaba, deben ser puestos en valor por los militantes de su formación por amargo que sea el sabor de la derrota. Las promesas desgranadas por el candidato en las últimas semanas tendrán que ser defendidas con gallardía desde los escaños de la oposición. Y la preparación del próximo congreso del PSOE, que renovará su cúpula, no puede convertirse en un escenario de luchas fraticidas, a riesgo de situar al partido que fundó Pablo Iglesias en la senda de la irrelevancia. Las dañinas experiencias que protagonizaron los grandes partidos italianos al hacerse añicos o el ostracismo en el que cayó el Partido Socialista francés, ahora recuperado, son experiencias a tener muy presentes.
La fallida gestión de la crisis ha irritado a esos votantes socialistas huidos en desbanda. La congelación de las pensiones, a excepción de las mínimas, la rebaja del sueldo de los funcionarios, las degradantes cifras del paro, se han llevado por delante la apuesta socialdemócrata de Rubalcaba. De escasa utilidad han sido sus reiteradas promesas de mantener las conquistas sociales y civiles ya conseguidas.
Como si hubieran transcurrido décadas, se han evaporado las huellas que dejaron aquellos avances conseguidos por el Gobierno de Rodríguez Zapatero hasta que aplicó, «cueste lo que me cueste», los duros ajustes: el salario mínimo interprofesional que aumentó un 40%, la pensión media de jubilación, un 46%, o las pensiones mínimas, como las de viudedad, que crecieron un 81%. El paro de casi cinco millones de personas y la irresistible oferta de que otros «sí saben» arreglar el desastre han dado la vuelta al mapa político. Hasta el punto de que el partido socialista catalán ha tenido que ceder a CiU el primer lugar que ininterrumpidamente ocupó desde las primeras elecciones generales de la democracia. Un dato muy negativo para la ministra en funciones Carme Chacón.