ESPAÑA

RARO, RARO, RARO

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Cuando los españoles debían prepararse para elegir su futuro en las urnas, acontecimientos ajenos -los mercados de deuda, el BCE, la UE, el G-20, Alemania, Grecia o Italia- decidían de antemano el programa político que debíamos seguir e influían irremediablemente en el ánimo de la ciudadanía. La europeización de la crisis anegó esta campaña, que fue también un punto de inflexión en su modernización con la entrada de lleno en las redes sociales. Pero hay más elementos que la han convertido en inédita. El presidente del Gobierno quiso alargar intencionadamente el periodo de 15 días de propaganda electoral y anunció la convocatoria de comicios mucho antes de su celebración. Al PP le sobraba la campaña pues ya era el claro favorito antes de empezar. España se situaba al borde del abismo en agosto, el Gobierno suspendía sus vacaciones y se criticaba a Rajoy por el relajo con que se tomaba tan dramáticos acontecimientos. Pero la apisonadora popular caminaba imparable hacia el poder, gracias a una compacta estrategia electoral articulada por Ana Mato y una reforma constitucional que impulsó la alternativa y apuntilló la opción gubernamental. El candidato socialista no fue de continuidad ni de renovación sino una mezcla de felipismo y zapaterismo que empezó la carrera electoral lastrado por ambos. Cualquier propuesta que Rubalcaba ponía en circulación quedaba instantáneamente anulada por el precedente del gobierno vigente al que había pertenecido. Por si fuera poco, su elección sin primarias fue estigmatizada ante el electorado femenino por una llorosa Chacón que aspiraba al puesto y fue desalojada de malos modos.

La campaña se vio privada del atractivo que supone la incógnita sobre los resultados. El triunfo sin paliativos del PP en las municipales de mayo se vio confirmado de forma unánime por las encuestas posteriores. Se acercaba el 20-N y la marea de votos populares aumentaba, Rubalcaba se veía impotente para luchar contra los elementos y asumía la derrota -error de bulto- en el único debate en televisión. El voto útil de izquierdas engordaba el granero de IU, que recogía la cosecha laboriosamente trabajada por un brillante Llamazares que fue inexplicablemente apartado de la campaña. Como broche de oro, el PSOE logró -por fin- entablar un debate sobre el papel del BCE. No fue Rajoy quien le replicó sino González Páramo, como si ya fuera ministro 'in péctore'. Raro, raro, raro.