Sociedad

Tres mujeres cerebrales, entradas en años y sin cuerpos de calendario sustituyen a las modelos y misses en el gobierno italiano

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Elsa Fornero (San Carlo Canavese, 1948) es profesora de Macroeconomía en la Universidad de Turín y también imparte clases en la Graduate School of Governance de Maastricht (Holanda). Ha investigado a fondo los sistemas de pensiones europeos, ha ocupado la vicepresidencia del Consejo de Vigilancia de la Banca Intesa San Paolo, ha recibido varios premios por sus estudios económicos, ha escrito seis libros, en italiano y en inglés, y ha publicado cientos de artículos en revistas científicas.

Mara Carfagna (Salerno, 1975) estudió Jurisprudencia en su ciudad y baile en la escuela del Teatro San Paolo, de Nápoles. En Nueva York perfeccionó su técnica de danza. Quedó sexta en el concurso de Miss Italia y se ganó la banda honorífica de Miss Cinema. Ha sido presentadora de televisión y ha salido medio desnuda en varias revistas y calendarios.

Mara Carfagna está cañón. Elsa Fornero no.

Mara Carfagna fue ministra de Igualdad con Silvio Berlusconi. Elsa Fornero ha heredado su cartera, gracias a la invitación del nuevo primer ministro italiano, Mario Monti. Pero, además de ocuparse de los asuntos que llevaba Mara, Elsa Fornero manejará el complicadísimo Ministerio de Trabajo y Políticas Sociales, un departamento crucial. Un simple vistazo basta para comprobar que, de repente, algo en Italia ha cambiado.

La relación de Silvio Berlusconi con las mujeres merece un tratado entero de psicología. Les echaba piropos y las invitaba continuamente a su mansión de Arcore (Milán), pero no las acababa de ver en los despachos. Cuando presentó su segundo gobierno, en el año 2001, demostró poseer un extraño concepto de la paridad: en aquel abarrotado gabinete, había 21 hombres y solo 2 mujeres: Letizia Moratti y Stefania Prestigiacomo. Doña Letizia era una mujer ya bragada, que había dirigido la televisión pública italiana, pero el nombramiento de Stefania sorprendió a todo el mundo: tenía 34 años, sonreía muy bien y era muy guapa. Le cayó en suerte el Ministerio de Igualdad.

Stefania, licenciada en Ciencias de la Administración, ha sido uno de los ojitos derechos de Berlusconi y eso que a veces le ha llevado la contraria: llegó a defender -sin éxito- la instauración de una «cuota rosa» para garantizar la presencia femenina en el Parlamento. Pero ha sobrevivido a varias crisis de gobierno y en el año 2008, cambió de cartera: dejó la Igualdad para ocuparse del Medio Ambiente.

Silvio metió aquellas mujeres a regañadientes. No le gustaba que las chicas anduvieran enredándose con papeles, reglamentos y expedientes. Cuando Zapatero nombró a nueve ministras en el año 2004, Berlusconi soltó un exabrupto: «Es demasiado rosa. ¡Tendrá dificultades para gobernarlas, pero él se lo ha buscado!». Luego rectificó, a su manera, alabando la belleza de las mujeres y animando a los extranjeros a invertir en Italia porque en su país hay «bellísimas secretarias».

De modelo a ministra

Pero en el año 2008, cuando recuperó el Gobierno, a Silvio se le ocurrió otra idea: en lugar de quitar a las mujeres de la política, podía aprovechar el cargo para promocionar a sus amigas. Así fue como Mara Carfagna, cuyas televisivas curvas le traían loco, acabó jurando un cargo en el Palacio del Quirinal. La pasión de Silvio por Mara venía de antiguo. Ya en el año 2006 la había convertido en diputada, pese a la oposición de su propio partido, el PDL, que no veía muy clara la jugada. Y en 2007, durante una velada retransmitida por televisión, don Silvio se derritió ante su protegida: «Si no estuviera casado, la desposaría inmediatamente. Con usted iría al fin del mundo», le dijo. Aquella frase colmó la paciencia de la segunda mujer de Silvio, Verónica Lario, que decidió enviar una carta al diario 'La Repubblica' para reclamar excusas formales a su marido.

En mayo de 2008, a los 32 años, Mara Carfagna se convirtió en ministra. Le acompañaban la jovencísima Giorgia Meloni (periodista de 31 años), la vistosa abogada Mariastrella Gelmini (34 años) y la inevitable Stefania Prestigiacomo. Un año después, Berlusconi completaba el repóker de bellezas administrativas al crear un nuevo Ministerio, el de Turismo, para la neumática subsecretaria Michella Vittoria Brambilla (Calolziocorte, 1967), antigua finalista del concurso de Miss Italia y presentadora de televisión. A todas les concedió carteras menores, quizá para que no incordiaran demasiado: «Habrá que destetar y proteger a las niñas», anunció Berlusconi en su presentación. Era como si el presidente buscara implantar en su Gobierno el esquema preferido de cualquier televisión italiana: hombres decrépitos y mujeres despampanantes.

Pero quizá el mayor problema de Silvio no haya sido tanto sus reflejos machistas como un progresivo y chusco envalentonamiento. Cuando su partido debió cerrar las listas para las elecciones europeas de 2009, Silvio se propuso llenarlas de bailarinas, actrices y modelos. Entre los nombres que Berlusconi apadrinó, estaban los de Nicole Minetti, su voluptuosa higienista dental; Italia Caruso, exconcursante de Miss Italia; o Giovanna del Giudice, antigua camarera de un 'nightclub' frecuentado por el primer ministro y luego ascendida a chica del tiempo en uno de sus canales de televisión. Por una vez, pareció haber traspasado una línea roja. Su propia mujer, Veronica Lario, dijo que la intención de su todavía marido era «una vergüenza». La sociedad italiana mostró su bochorno y Berlusconi, malhumorado, tuvo que dar marcha atrás. Solo pudo colar a su favorita, la actriz Barbara Mattera, una escultural rubia de fascinantes ojos glaucos que hoy ocupa el escaño más telegénico del Parlamento Europeo. Pero las candidatas frustradas tampoco se quedaron en la calle. Su benefactor les encontró otros puestos: Nicole se convirtió en consejera regional de Lombardía y Giovanna hizo lo propio en Nápoles.

Y ahora, de pronto, todo esto se acaba. De un día para otro, se sientan en el Consejo de Ministros tres mujeres cerebrales, ya entradas en años y sin cuerpos de calendario. Alguna, como Paola Severino (Nápoles, 1948) incluso ha hecho sus pinitos como actriz teatral, pero su propia figura (gruesa y manca) y, sobre todo, su brillantísimo currículum jurídico la separan de sus antecesoras.

Mario Monti no se ha andado con tonterías. Ni ha buscado belleza ni se ha obsesionado con la juventud. Todas han rebasado la frontera de los 60 años. Los tiempos del bunga-bunga se han acabado. De momento.