Ensimismados
Sorprende que en el PSOE no haya habido un mínimo de sutileza a la hora de seducir a los electores
Actualizado: GuardarEn el ecuador de la campaña, se generaliza la impresión de que ya está todo el pescado vendido. Si acaso, algún escurridizo jurel o un olvidado chicharro hacen compañía al hielo picado y a las hojas de helecho en las bandejas vacías de la pescadería. «Esto ya no se mueve», admiten 'sotto voce' unos resignados y proclaman otros eufóricos. 'Eppur...' Quedan siete días en los que lo más probable es que el PP ni consiga ni pierda un solo voto, pero, en cambio, el PSOE tiene aún algún caladero por explorar. Porque las encuestas nos muestran que se mantiene bastante más elevado de lo normal el diferencial de movilización entre los dos principales bloques electorales.
Hay, en efecto, una diferencia de diez puntos porcentuales en la disposición de ir a votar «con toda seguridad» entre los electores del PP (89,2%) y los del PSOE (79,0%). Pero, sobre todo, una proporción en el entorno del 20% del voto socialista de 2008 se mantiene en 'stand-by', sin haber decidido aún a quién votará o, siquiera, si se va a desplazar al colegio electoral. El sentido común nos avisa de que, evidentemente, estamos ante una franja claramente insatisfecha con la gestión del Gobierno, dubitativa acerca de si vale la pena concederle otra oportunidad y cuya voluntad electoral se decantará a última hora en función de que prevalezca en ella un vector de temor al cambio... o a la continuidad.
Lo que sorprende en este contexto es que la estrategia que está siguiendo el PSOE para atraer a estos indecisos irreductibles dé tan por sentado que aquellos deben ser atraídos con un mensaje izquierdista o populista -como el que esgrimió Rubalcaba en el pasado debate- y no con apelaciones más centradas. Porque las encuestas revelan que esos indecisos (e indecisas: hay más mujeres que hombres en ese grupo) se ubican preferentemente en las posiciones centrales de la escala de ideología (en las posiciones 5-6 la mayoría). Caben razonables dudas de que un público con este perfil responda a estímulos tan primarios y simplistas como los que se le están presentando por parte de los estrategas socialistas.
Sorprende así que no haya habido un mínimo de sutileza a la hora de intentar seducir a esos electores. Un relato algo más articulado y sincero, un reconocimiento más palmario de los errores cometidos y un esfuerzo por hilar una propuesta más creíble podrían quizá haber tenido un efecto movilizador mayor. Si a esto le añadimos la abolición de la marca, el borrado integral de Zapatero y el fiarlo todo al supuesto tirón electoral de Rubalcaba, algo de lo que no había el menor antecedente empírico, tendremos el cuadro completo del fiasco estratégico que puede llevar al PSOE a uno de los mayores descalabros electorales de su historial desde 1977. Es un caso notable de ensimismamiento, de creerse las propias fantasías. Jugando con la famosa línea de Casablanca, «el mundo se derrumbaba, y nosotros nos ensimismamos». A ver qué sale de ello.