CONTRA LA TRISTEZA
Actualizado: GuardarEl rasgo más clamoroso del tiempo que vivimos es la tristeza colectiva, las caritas que se les ve a la gente donde quiera que se vaya. El miedo, la rabia, la incertidumbre se palpan en el aire. Aunque no entendamos bien qué está pasando con los mercados, las primas de riesgo, los rescates de los países cercanos o la 'Europa de dos velocidades', aunque 'recesión' es una palabra tan oída que deja de ser noticia, todo el mundo capta que las cosas están muy mal, que se van a poner peor, tanto en términos de crecimiento como de desempleo, y no sabe calcular cuando se le habla de sacrificios a qué más se refieren, qué nuevo agujero del cinturón tendrán que ajustar. A la vez, los discursos electorales prometen subir pensiones, bajar impuestos, mantener el estado del bienestar, pero el ruido del afilador de tijeras se deja oír, alto y claro. Cómo si no se va a intentar cumplir, y quizá ni conseguir, el objetivo de déficit que constitucionalmente nos hemos obligado a alcanzar, por exigencia de Bruselas.
Así que, como decía Bryce Echenique, citando a una vieja aya, «aquí estamos, dando pena a la tristeza». Duele la realidad inminente, pero aún más la perspectiva del futuro para quienes tienen toda la vida por delante y afrontan unas tasas de paro superiores al 40%. En este dato, y en muchos más, pero sobre todo en este, se encarna un fracaso demoledor de todo el país y de quienes han tenido la responsabilidad de guiarlo a lo largo de toda la democracia, no sólo la última legislatura. Quizás, cuando el tiempo haya transcurrido lo suficiente, podremos reconocer que el ahora 'proscrito' Zapatero pudo evitar que España fuera rescatada. No más, porque mandato tras mandato, un partido tras otro, nadie ha sabido construir un modelo económico potente, y menos en la provincia de Cádiz, que aún sigue hoy sin ideas claras ni líneas decididas para encaminar sus pasos, más allá de los viejos clichés que aún no han funcionado y que quizás a estas alturas, tanto tiempo después, habría que convencerse de que es preciso cambiar por otros.
El último palo, la falta de financiación para el Ceimar, es un claro exponente de esa frustración constante en los proyectos que aquí se emprenden. Pero no hay que caer en el malditismo o el esoterismo, a pesar de que en esta época de crisis los números de la Lotería se venden más que nunca, sino en la decisión y la actuación. Habrá que trabajar más y esperar menos resultados, contener la desesperación y las ganas de abandonar y buscar argumentos para seguir adelante. No nos queda otra. Cualquier noche puede salir el sol.
El 21N, el día después de las elecciones, el previsible ganador, el Partido Popular, tendrá que intentar devolver la alegría a los ciudadanos, como primer paso para conseguir esa confianza perdida, escalón básico para intentar la recuperación. No lo va a tener fácil, pero es imprescindible. Como decía creo que Eugenio Noel, desterrar la pena, «hija natural de la impotencia», «es una hermosa labor». «Porque todo lo conseguirá la amargura menos crear algo vivo».