ESPAÑA

HAY QUE VOLVER A LA REALIDAD

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La primera semana de la campaña electoral ha confirmado lo que se podía sospechar: no ha cambiado nada. Y presumiblemente eso ocurrirá con la segunda semana: no va a cambiar nada. Esta era una campaña para habérsela ahorrado en buena medida, reduciendo los costes de la factura mareante del ritual pero sobre todo porque la clase política necesita ser urgentemente reseteada para regresar del electoralismo a la realidad.

Para el Partido Socialista todo esto es un 'sprint' agónico tras su desfondamiento a rastras de la crisis. Cada promesa cortada a medida, cada mitin efectista con figurantes legendarios, cada video, al final solo parecen trucos contra el lastre de los cinco millones de parados. Su campaña no puede huir de esa sombra; y la sensación es que solo les toca el papelón de figurantes del cambio. Su batalla parece un ejercicio de melancolía inútil contra la realidad, las encuestas, el desánimo y la fatiga de materiales.

Rajoy le anuncia al Partido Socialista una larga travesía del desierto. Y eso es seguro. No menos de ocho años; unidad básica de castigo que Rajoy conoce tras experimentarla desde 2004. Ahora, en cambio, recorre España 'en presidente' recibiendo loas y bendiciones, incluso alabanzas de los suyos que a cualquier adulto le avergonzaría pronunciar en público retratándose como un lametraserillos irredimible. Son los códigos de la política; y Rajoy flota sobre la espuma del triunfo. ¿Quién se acuerda ya cuando Zapatero, al que ahora ni se menciona en los mítines, era el rey del mambo incluso en la prensa internacional de izquierda? Así va esto. La campaña sigue su curso, sin más. Como el debate, resuelto antes de empezar. No es que Rajoy sea mejor que Rubalcaba -o que Zapatero fuese mejor que Rajoy, cuando le derrotó en 2008- sino que los debates se ven mayoritariamente para reforzar el voto. A quince puntos en las encuestas no había pleito; y la derrota mínima de Rubalcaba indica que estuvo bien pero él mismo no peleaba por ganar sino salvar su papel de figurante del cambio. Tras la escenificación demasiado irreal de la campaña, urge regresar a la realidad a gestionar la crisis.