ESPAÑA

ESPAÑA A CINCO

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LLa utilidad de un debate político a cinco voces, referido nada menos que al futuro de España, es intrínsecamente dudosa; sin embargo, la de anoche fue la única oportunidad que tuvieron muchos electores de pulsar directamente la disposición de las cinco principales formaciones ante una coyuntura difícil en la que gobernar es mas que una proeza. La escenificación ha seguido un esquema que resultaba de antemano previsible: Ramón Jáuregui y Alberto Ruiz Gallardón llevaron el peso político del debate, aunque Jáuregui realizó una defensa más eficaz de la acción gubernamental. Frente a ellos, Llamazares fue desde el principio a pescar en los caladeros de los indignados, a los que llamó por su nombre, frente a la «sinfonía del ajuste» de todos sus contertulios. El representante de Izquierda Unida, buen parlamentario, dio prueba de sus dotes oratorias y seguramente consolidó el buen resultado que auguran las encuestas a su grupo pero, infortunadamente, tampoco dio soluciones: todos sabemos que fuera de la ortodoxia comunitaria no hay salvación. Los nacionalistas invocaron su interés particular pero también fueron los únicos que reconocieron con realismo que si no hay reactivación no habrá crecimiento ni por lo tanto empleo. Pere Macías no consiguió sin embargo explicar cómo se concilia el pacto fiscal con la reactivación y Erkoreka se preguntó de dónde obtener recursos para implementar estímulos fiscales.

En el capítulo social, Gallardón encontró ocasión de lucimiento al defender enfáticamente la universalidad de los servicios públicos. Llamazares tuvo que recordar que ambos partidos están recortando sin contemplaciones el estado de bienestar. Y Jáuregui tuvo que enfrentar a Gallardón con su gestión en las autonomías. En el debate hubo, en fin, muchos elementos que quizá hayan ayudado a los ciudadanos a afinar su voto pero ninguno decisivo para que pueda imaginarse un cambio de tendencias.