Sociedad

FUESEN Y NO HUBO NADA

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Salvo buenos modales y malas intenciones, en el debate no hubo más novedades que las antiguas. Quizá sea más fácil explicar que se va a hacer muy bien todo que justificar por qué se hicieron mal algunas cosas. Ahora ha llegado el turno de los intérpretes y el caso es que tampoco están de acuerdo: los hay que opinan que Rajoy ganó por estrecho margen y quieren creer que su victoria fue abrumadora. Otros están convencidos de que perdió Rubalcaba por lo justo, punto menos que no punto más o menos, y los que afirman que su derrota se la había merecido en pura justicia. Vaya usted a saber. Lo que sabemos es que en este momento histórico la controversia entre los líderes de los partidos que reclutan más hinchas no pasará a la historia. En cambio, nos ha pasado factura a todos. Nos ha salido por un huevo, además de por el fuero.

Los educados contendientes vestían casi igual. Uno se había dejado la calva y otro la barba, pero ambos recubrían el esternón con sus corbatas azules y habían optado por trajes oscuros, como si se los hubiera recomendado el mismo sastre, ya que el desastre que nos espera también ofrece esta tonalidad. No requirieron la espada, sino alguna navaja, que tampoco merecía el nombre de cuchillo cachicuerno, y no desplegaron las capas, ya que eso no se lleva más que en las novelas de Arturo Pérez Reverte. Total, que cuando se fueron a sus respectivos cubiles no hubo nada. ¿No habrá otra gente en España que evite la monotonía del bipartidismo? Rosa Díez, que no de Luxemburgo, se ha quejado que tanto el PSOE como el PP «fomentan el odio». En su criterio, las dos organizaciones quieren obligarnos a contemplar una España en blanco o en negro y han sustituido la política por la demoscopia. La verdad es que de odio andamos bien y hay para todos. A ver cómo se reparte para que cada uno se lleve la proporción que le corresponde. Quedan días para las elecciones. Menuda papeleta.