UN MODELO DE CIUDAD
Actualizado: GuardarLo que todos nos veníamos temiendo, lamentablemente se ha tornado en dramática y cruenta realidad: durante el pasado mes de octubre, el paro ha vuelto a cebarse con nuestra ciudad. Sólo en dicho mes, por si desconocían el dato, se ha registrado un incremento de 850 personas que, unidas a las más de 1.200 del anterior mes de septiembre, sitúan ya los índices del paro en Jerez en 31.620 personas. Si a esta cifra añaden menores, ancianos, pensionistas, enfermos, amas de casa y demás, la cifra de parados supera de largo el tercio de la población de nuestra ciudad.
Por sectores, servicios es el gran culpable de este aumento, al crecer su número de desempleados en 464 personas más respecto a septiembre. La construcción aporta 123 nuevos parados; 97 la industria, la agricultura 60 personas más sin empleo, restando otros 106 desempleados de otros colectivos, entre ellos el de sin empleo anterior.
Hasta aquí la noticia cruda, ante la que es lógico preguntarse por qué Jerez soporta tan altas cotas de desempleo. Si me permiten mi opinión, creo que la respuesta es sumamente sencilla, tan simple como que Jerez carece de un modelo de ciudad en la que, paradojas de la vida, su gran empresa es el Ayuntamiento con más de 2.000 trabajadores, de los que posiblemente sobren varios cientos.
Cuando este cronista era pequeño (algo ha llovido desde entonces), Jerez era una ciudad claramente estructurada en torno al vino y a la agricultura. Sólo las bodegas empleaban a más de 32.000 trabajadores, en contraste con los 5.000 que trabajan en la actualidad. Pero no sólo era vino, pues esta industria generaba todo un sinfín de empleo auxiliar, como el de las artes gráficas, dedicado por entero al etiquetado del vino de Jerez, o el de la fabricación de botellas, de cajas de cartón o de tapones de corcho, absolutamente imprescindibles para nuestro universal producto. Por contar, Jerez tenía incluso hasta lavaderos de botellas, germen del actual reciclado. Todas estas industrias, casi sin excepción, han ido desapareciendo.
Pero la agricultura no iba a la zaga. No es casualidad que en Jerez estuviera el Servicio Nacional del Trigo. Tampoco era fruto del azar que en nuestra ciudad tuviera su sede el Instituto Andaluz de Reforma Agraria, o que existieran no una, sino hasta tres azucareras. Incluso Jerez contaba con diversos casinos de recreo, entre ellos uno propio del sector como era el Círculo de Labradores. Nuestra extensa campiña no sólo cobijaba la vid, sino que el trigo, el algodón, la remolacha o el girasol eran frecuentas en tierras jerezanas.
Y todo esto no ha desaparecido por completo, pero ha caído de una forma tan abismal que, quienes de chico aspirábamos a colocarnos en una bodega o bajo las ordenes de uno de los tradicionales señoritos jerezanos, dueños de enormes latifundios, ahora saltamos de alegría por no haber accedido a aquel primer empleo que hoy, sin duda, nos habría abocado a las listas del INEM.
Jerez posee un terrible problema de falta de identidad, de falta de un claro modelo de ciudad. Es evidente que ya hemos dejado de ser una ciudad dedicada al vino, algo inexplicable en un país donde otras denominaciones como Rioja o Rueda suben como la espuma y en el que, a menudo, aparecen nuevas denominaciones que calan entre los consumidores: Madrid, la Mancha o Ribera del Guadiana.
Tampoco Jerez es ya ciudad agrícola. Han desaparecido los organismos oficiales. Se han perdido para siempre dos de nuestras azucareras y, que les voy a contar, prueben a recordar cuántos concesionarios de tractores han cerrado sus puertas en la ciudad.
Y es que a Jerez, nos guste o no, lo único que le resta es el sector servicio -comercio y turismo- ante la proliferación de grandes superficies comerciales que, en poco más de tres años, han convertido la ciudad en el mayor complejo comercial de Andalucía y, quizás, por ahí vayan los tiros.
Es urgente que políticos, empresarios, sindicatos y restantes agentes sociales aúnen de una vez sus esfuerzos para definir a las claras hacia dónde camina la ciudad y así poder apostar por ello. 31.620 jerezanos parados son argumentos más que suficientes como para tomarnos el problema muy un serio.