El divorcio de 'Merkozy'
La canciller toma en solitario el mando de la UE ante la debilidad gala
BRUSELAS. Actualizado: GuardarLa revista 'The Economist' lo reflejaba con ingenio recientemente. En una de sus viñetas, aparecía Angela Merkel enfundada en una chupa negra y a los mandos de una moto. A su lado, en un sidecar, viajaba Nicolas Sarkozy. El título de la escena era todavía más elocuente: 'La conductora y el pasajero'. Dos años después de que estallara la crisis de la deuda, el doble liderazgo de la UE se difumina cada vez más en favor de Alemania. La fusión entre Merkel y Sarkozy, también conocida como 'Merkozy', da paso a la hegemonía germana, a una Europa a la imagen y semejanza de Berlín.
Ambos presidentes encabezan el eje franco-alemán, histórico motor europeo nacido de las cenizas de la Segunda Guerra Mundial, desde 2007. Sobre su relación personal se ha escrito hasta el infinito, pero la conclusión mayoritaria es que forman un matrimonio de conveniencia. Ella, hija de un pastor protestante, creció a las afueras de Berlín en la Alemania comunista. Él, descendiente de un aristócrata húngaro, disfrutó de su infancia en una opulenta comuna cercana a París. Merkel es sinómimo de templanza, Sarkozy de ímpetu y energía.
Pese a sus evidentes diferencias, los dos mandatarios han cultivado la complicidad con el tiempo. En buena medida, como ha sucedido con sus países. Alemania es indiscutiblemente el poder económico europeo, pero carece de la talla política internacional de Francia. Juntos, sin embargo, se complementan a la perfección y representan al corazón de la UE. El bloque se ha movido siempre a su ritmo, pero la crisis ha alterado el equilibrio de fuerzas en el binomio.
La prueba más clara de que Alemania dirige casi en solitario Europa pudo verse el pasado miércoles, el 'Día D' en la crisis de la deuda. Aunque el esperado plan global para estabilizar los mercados se aprobó en una maratoniana reunión en Bruselas, nada hubiera sido posible sin el Bundestag. Antes de acudir a la capital comunitaria, Merkel tuvo que obtener el permiso del Parlamento federal para poder estampar su firma en las medidas. De hecho, el paquete se podía haber aprobado antes, pero Europa tuvo que esperar a que los diputados germanos dieran el visto bueno.
Independencia del BCE
En la cumbre de presidentes, la canciller volvió a demostrar quién está al volante de la UE. Aunque negoció codo con codo con Sarkozy la condonación del 50% de la deuda griega, todo el plan llevaba el sello alemán. En un pulso que duró varios días y que amenazó con dinamitar una solución global para el euro, el presidente francés se empeñó en exigir una implicación total del BCE. Merkel, firme defensora de la independencia del emisor como ocurría con el Bundesbank, impuso sus tesis e hizo valer el peso de su liderazgo económico. Con 211.000 millones de euros, Alemania es ahora el principal contribuyente del reforzado fondo de rescate europeo.
El diario 'Le Figaro' ya había advertido antes de la cumbre de que Francia no tenía más salida que seguir a su vecino. «Merkel está en una posición de fuerza», indicaba en su editorial antes de recomendar al Gobierno galo que opte por una «sana emulación» de las políticas germanas. El periódico se refería a la debilidad de las finanzas públicas francesas, que incluso podrían perder la 'triple A' en las próximas semanas. Con una deuda de 1,7 billones de euros, el Elíseo no ha registrado un superávit en sus cuentas desde 1974.
Reformar los tratados
Pese al divorcio en el 'matrimonio Merkozy' y al nuevo mando único europeo, el bloque no consigue sacudirse su ya histórica crisis de liderazgo. La canciller ha defendido en sus discursos que el fracaso del euro supone el fracaso de Europa, pero carece de una visión clara para el futuro de la Unión. En la cumbre del miércoles, los socios también acordaron llevar a cabo en los próximos meses una «reforma limitada» de los tratados comunitarios, el cuerpo legal que sustenta al bloque. Los cambios, apadrinados por Berlín, solo están concebidos para controlar más de cerca las cuentas públicas, no para avanzar en el proyecto europeo.
En estos últimos meses de crisis, muchos se han acordado del triunvirato que sentó la bases de la UE actual. Helmut Kohl, François Mitterrand y Jacques Delors, presidente de la Comisión durante diez años, lideraron al continente en los ochenta y buena parte de los noventa con una visión mucho más nítida.
En esa época, se puso en marcha el mercado único, la Europa sin fronteras y hasta el programa Erasmus. Sin embargo, su gran logro fue el Tratado de Maastricht de 1992. En esta ciudad holandesa, se acordó la creación del euro y la Comunidad Europea se transformó en Unión.
En una reciente entrevista, Delors lamentaba que el espíritu de aquella época se esté «diluyendo». A su juicio, los países cada vez actúan más movidos por intereses individuales y las instituciones comunes han perdido gran parte de su protagonismo. La Comisión, diseñada como el Gobierno de todos, es el eslabón débil en una cadena en manos de Alemania. «El sentimiento de pertenecer a una empresa colectiva está desapareciendo», advertía el exlíder europeo.