EL CANDELABRO

PÚBLICO

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Aparecen unos señores en la tele con unas capuchas como de Halloween rematadas con una txapela (estrafalario 'look' que por suerte no ha logrado marcar tendencia) y anuncian que abandonan la lucha armada. Todo o casi todo el mundo se alegra. ¡Fin de la violencia, fin de la violencia! proclama la gran mayoría aliviada. Sin embargo, días después, otra gran mayoría en una plaza de toros reclama sangre, muerte, terror... Y se lo reclama a Ratón, un toro con fama de asesino. Pero ratón, qué casualidad, también parece dispuesto a renunciar a la lucha 'astada'. Está cansado de matar (lleva tres víctimas ya). Tiene once años (muchos para un morlaco) y quiere la jubilación. Solo que en este caso la gente no se alegra. Todo lo contrario. Le abuchean, le insultan, se lo quieren merendar... Ratón ha salido al redondel no bajo los acordes de un alegre pasodoble sino al inquietante compás de 'La muerte tenía un precio'. Lo único que le pedían es que hiciera lo que mejor sabe hacer: 'jincar' el pitón en los tejidos blandos de algún espontáneo loco, insensato, borracho, suicida... O todo ello a la vez. No lo hace. Y el respetable (por decir algo) abandona la plaza frustrado, rompiendo las entradas con rabia. Como consuelo, al llegar a casa y encender la tele se encuentran con una carnicería superior incluso a la que soñaban haber presenciado en la plaza, solo que muy lejos, en Libia, donde los rebeldes tras dar con el paradero de Gadafi (otro de estrafalario 'look' nada 'trendy') lo muelen a palos y lo cosen a tiros para luego exhibir el cadáver en el súper. La verdad es que otros cien años de psicoanálisis no serán suficientes para entender al retorcido e insondable género humano. Ignoro si ETA ha dejado la violencia o es ella la que ha abandonado a ETA. A veces parece como si la violencia fuera una cosa con patas e ideas propias que, como la risa, va por barrios, rodando como una bola de fuego que no se consume jamás. Y lo peor de todo es que vaya donde vaya siempre acaba encontrando su público.