AGUR
Actualizado: GuardarNo tengo yo muy claro si, porque nos la dieron con queso la última vez (o la antepenúltima) el anuncio del adiós a la lucha armada de los señores del pasamontañas nos ha dejado a nosotros, al pueblo llano (los políticos ya saben ustedes que viven en una realidad paralela montada ad hoc para ellos mismos) así como con cierta indiferencia, ¿no? Será porque se esperaba, será porque ahora mismo tenemos otros terroristas que nos dan mucho más miedo y son todavía más irracionales, será porque el conflicto nos queda demasiado lejos o porque, en efecto, la llama se les estaba apagando desde hacía tiempo, pero no he visto yo apasionados debates en los bares y los trabajos discutiendo si esta vez es de verdad la buena o si nos van a engañar otra vez, que quiere decir antes que nada que se engañan a ellos mismos. Otra cosa es la interpretación sesgada de algunos medios, claro está, que prefieren creer en conspiraciones, recontraconspiraciones y colmillos en la noche, y saben que en el momento en que este país vuelva a la normalidad de una sociedad sin violencia ni crispación se les acabará el chollo, aunque ya habrán conseguido pagar la universidad en el extranjero para sus hijos y hasta sus nietos.
Vale más una mala paz que una buena guerra, me parece. Se les acabó la mecha y ahora nos queda (o les queda a quienes se encargan de todo esto, los que esperemos que no metan la pata por un quítame allá estos votos) reconducir una sociedad, la vasca, y otra sociedad a la espera, la española en general, para que entremos lo más pronto posible en eso que viste tanto y que suena tan engolado, la senda democrática.
Y, sí, siempre nos quedará el resquemor. Siempre existirá la posibilidad de que algún otro tarado o algún otro iluminado decida volver a las andadas: es lo que dan las máscaras, es de lo que se nutre el miedo. Pero no olvidemos que, tras las guerras, la reconstrucción es la pieza clave para construir el futuro, y los vencedores (y esta vez hemos vencido los buenos) tienen que demostrar que son moralmente superiores no sólo porque hayan vencido.
Se acabó la rabia. Las ochocientas y pico víctimas que este sinsentido han dejado a lo largo de nuestra historia saben que no van a ser olvidadas. Por eso nuestro triunfo.