
Los bailarines son mileuristas y los cantantes critican los 'cachés' astronómicos
Actualizado: GuardarEntre los cantantes, también los hay que levantan la voz para apelar a la solidaridad. Tanto Diego El Cigala como Caco Senante se han hecho notar. El primero hace un par de semanas en México, al recordar que «hay compañeros que lo están pasando muy mal», y el segundo fue todavía más contundente cuando pidió que las grandes figuras bajaran su caché. Las hay que todavía exigen 80.000 euros por concierto, una cantidad excesiva para muchos ayuntamientos «que luego no contratan a nadie más, o bajan hasta lo intolerable lo que se paga a los demás».
Hay que repartir juego pero no siempre los más afortunados están por la labor. En el mundo de la danza también hay egos que no se apean nunca del pedestal. «Pero no te creas, esto pasa en todos los ámbitos. El mundo del arte, en todas sus variantes, no es una excepción. Que no se venda ahora que somos mejores que el resto», advierte Igor Yebra, estrella de la Ópera Nacional de Burdeos y director de una escuela de danza en Bilbao.
En España apenas habrá unos 100 profesionales de la danza con contrato fijo. Las primeras figuras de las compañías estables ganan poco más de 2.000 euros y los demás cobran en torno a 1.000. Nada que ver con los directores de las empresas, léase Víctor Ullate o Nacho Duato, que consiguen la cuadratura del círculo en España: «hacerse de oro con la danza», en palabras de los portavoces de la Asociación Cultural Amigos de la Danza Terpsícore.
A pesar de las estrecheces económicas, parece que las piruetas y contorsiones deslumbran más que nunca en los escenarios. Ya sea en montajes donde mandan el tutú y las mallas o en espectáculos en los que prima el taparrabos. La tasa de asistencia anual ha pasado del 4,6% en 2007 al 6,1% de 2010. «Es verdad, pero nada de eso nos beneficia. Los teatros contratan prioritariamente a compañías que vienen de Europa del este y de Latinoamérica. ¿Por qué? Muy sencillo: están subvencionadas por sus propios gobiernos y se les paga aún menos que a las españolas. ¡Una ganga!», se lamentan en el colectivo Terpsícore.
Así las cosas, apenas habrá 100 bailarines con un contrato fijo en nuestro país. No es de extrañar que la vía de escape todavía sea emigrar. En los cuerpos de baile de los teatros de Francia, Austria, Suiza, Reino Unido o EE UU, nunca faltan españoles. Su vida profesional llega hasta los 40 ó 45 años y tienen que aprovechar todas las oportunidades. Viajan y arriesgan al máximo. Ahora o nunca. Es un lema extremo que atrae las lesiones. Menos mal que hay un cirujano cubano, afincado en España, que opera gratis a la mayoría. Es un enamorado de la danza, marido y padre de bailarinas, y lo hace encantado. Sabe que no tienen dinero para pagarle.