AMANECE, QUE NO ES POCO
Actualizado: GuardarAcabado Gadafi comienza la descomprensión. Todavía quedan Yemen o Siria, pero no cabe esperar que todos los que violan la legalidad internacional vayan a ser perseguidos. Muerto el dictador, la percepción rabiosa, observados los horrores, es una victoria vergonzante. Se olvida que la guerra saca lo peor que hay en cada uno: la muerte del sátrapa estorba a la conciencia. Un oficial del Gobierno ha dicho: «sabemos quién lo mató. Un libio, menor de edad. Por lo que no puede comparecer ante la Justicia». El joven bárbaro es un héroe.
La ejecución la llevó a cabo el chaval de la visera de béisbol y ni siquiera responde a un ajuste de cuentas. Capturado por combatientes del este, aparece un grupo de Misrata que pretende llevárselo. El jovencísimo soldado arrebata la pistola a Gadafi, le da un tiro en la sien y grita: «¿No lo queríais?, pues ahí lo tenéis». Una crueldad innecesaria. Refleja lo que le espera a Libia antes de alcanzar la paz y poder disfrutar su libertad en democracia.
Hace sólo dos años Bengasi fue descrita en un despacho de Wikileasks como «un pozo de luchadores inspirado en la yihad». Su gobierno interino ha anunciado que introducirá la 'sharia' (ley islámica). Lo que siempre ha querido (...y predica Al-Qaida). Libia forma parte de una primavera que conduce a un crudísimo otoño y probablemente a un largo invierno. Tras la desaparición del dictador empieza lo difícil. No es cierto que su cadáver emane buenas vibraciones. Su imagen patética envuelve el peor espíritu de venganza. Algo que ya vimos cuando ahorcaron a Sadam.
Desnudaron al coronel y observaron que no llevaba ropa interior. ¿Se cagó de miedo o es su último destello extravagante. De hecho, cuando lo descubren oculto en el alcantarillado se esfuerza en confraternizar: «Kaikum Ya Walaad» («qué pasa, tíos»), dice a sus captores. Que lo tumban sobre el capó de un coche después de la gran paliza. El epitafio del tirano es mal presagio. Aunque cada levantamiento haya sido distinto, los problemas parecen comunes. Libia está en el paquete de los aspirantes a demócratas que no han ejercido nunca. Como Túnez, que celebra hoy elecciones. Y Egipto, que ha previsto comicios parlamentarios el mes que viene y presidenciales el año próximo.
En Túnez puede ganar el islamismo moderado. Y hacia él se mira, como uno de los países más estables de la región. Busca un gobierno de largo aliento que ilusione. Sirve de banco de pruebas y su oferta se dispersa entre más de diez mil candidatos y cien partidos. Un mareo para quienes no han votado en su vida. Algo parecido se espera de Egipto, donde también los islamistas tranquilos tocan el Gobierno. Pero ¿no eran los islamistas el problema y lo que nos llevó a sostener a los dictadores durante 40 años? Y las mujeres, ¿dónde están las mujeres?. Tahrir no es Europa del Este ni tiene una cultura detrás que haga que funcione. Los expertos se declaran escépticos: «Oriente Próximo es un lugar irracional y estridente, paranoico con los judíos y Occidente». Inexperto en las costumbres que hacen que una sociedad libre funcione. En Libia amanece, que no es poco.