El mejor tintorero jerezano
Juan Pina inició una saga que a día de hoy tiene su reflejo en varios negocios de la ciudad
Actualizado: GuardarFaltaríamos a la verdad si dijéramos que Juan Pina Burgueño (1902-1964) fue el primer industrial de la tintorería que se instaló en Jerez, ya que antes que él lo estuvo su patrón y maestro Francisco Babot, quien tuviera un negocio en la calle Algarve, en la que nuestro protagonista de esta semana entró como aprendiz.
De jerezana y humilde nacencia, quinto hijo del matrimonio formado por Juan Pina y Rita Burgueño, apenas cumplió los 13 años tuvo como sus hermanos que ponerse a trabajar para ayudar a su casa, ya que con el repentino fallecimiento de su padre la desgracia asoló, lógicamente, a su familia.
Menos mal que aquel niño educado y trabajador logró colocarse en la tintorería del señor Babot en la que, debido a su carácter inquieto y avispado, aprendió pronto las diferentes técnicas de limpieza, lavado con gasolina, así como del teñido de las prendas y el correcto planchado de las mismas. Esto era en tiempos que no existían detergentes y los tejidos carecían de las actuales combinaciones de fibras sintéticas. Como decimos, debido a su celo, atendió a su maestro y aprendió las técnicas empíricas y con ello el por entonces difícil oficio de ser un auténtico tintorero.
Era tal su afición que por las tardes, al regresar a casa, seguía haciendo pruebas de tintado y limpieza a la ropa y prendas de sus familiares y vecinos, aumentando sus conocimientos e inclusive obteniendo mejores resultados, fruto de sus pequeñas investigaciones y trabajos experimentales, que llevaba a cabo en su casa con materiales tan rudimentarios como un baño de zinc.
Hasta el punto que convirtió su casa de la calle Lucena en un centro de experimentación profesional, llegando a pedirle permiso al señor Babot para que le dejara ganarse unas pesetas extras por su cuenta tras la jornada de trabajo, sin abandonar por ello el negocio de su jefe.
El joven Juan Pina trabajaba de día en la tintorería del señor Babot y por la noche sacaba otro sueldo en su casa. Ni que decir tiene que el primero se lo entrega íntegro a su madre y los ahorros extras los iba celosamente guardando en una ánfora de barro que a su vez escondía bajo una losa.
En el 1934 y tras casarse con la jerezana Dolores Enamorado de los Reyes, soñaba hacer realidad la ilusión de su vida: tener su propio negocio. Se enteró que estaba en venta la antigua tintorería Tintes Gutiel. Tenía nuestro protagonista 32 años, por lo que decidió romper el ánfora y contar el dinero ahorrado durante casi dos décadas. Cual fue su sorpresa que su pequeño tesoro hacía un total de 500 pesetas. ¡La misma cantidad que pedía por su negocio el empresario francés! Cerrado el trato con el señor Gutiel, cambió de nombre al despacho, rotulándolo como Tintorería Pina; negocio en el que, junto con la ayuda inestimable de su esposa, se empleó a fondo y en el que, dada su pulcritud y conocimientos, el éxito no se dejó esperar, sobre todo en el teñido de las prendas, trabajos muy demandados por aquellas calendas por la sociedad jerezana en que, debido al deterioro, la mayoría de la ropa acababa siendo negra, a fin de darle un último uso.
El boca a boca del trabajo bien hecho corrió como la pólvora y la mayoría de las familias jerezanas sacaban sus antiguas y valiosas prendas para ponerlas en manos del señor Pina, las mismas que por temor a ser estropeadas habían estado guardadas durante muchos años y ahora eran depositadas en su tintorería debido a la confianza que prestaba este profesional.
Demanda
Fue tal la demanda que Juan Pina tuvo que aumentar la plantilla, trayéndose consigo a sus hermanos, inclusive a Josefa, quien, habiendo cumplido con los años del noviciado, dejó el convento para ponerse a trabajar en la Tintorería Pina. Aproximadamente a los dos años y buscando mejor ubicación y amplitud, se trasladó a la calle Medina 8, lugar en el que, debido a su prestigio, no cesó de aumentar el trabajo llegando a tener 25 empleados especializados en el tratamiento de los diferentes tejidos y prendas: mantillas, blondas, mantones, lencería, pieles... que constantemente le llevaba la siempre distinguida clientela jerezana. El negocio iba viento en popa. Las magníficas instalaciones constaban de una amplia nave de 250 metros cuadrados, que ubicada en la calle Bodegas había dedicado a la limpieza y el teñido y unido a éste, por el interior, el local de la calle Medina, que estaba dedicado al planchado y al mostrador de prendas y tienda al público.
Perfectamente instruidas por la maestra de plancha Pepita Hormigo, eran quince las planchadoras profesionales que Pina tenía contratadas en su negocio. Aún así, todas las prendas eran revisadas por éste antes de ser entregadas finalmente al público.
Recuerdo que en medio de la amplia y ventilada sala había un fogón de carbón de enormes dimensiones, el que, encendido durante toda la jornada, tenía capacidad para calentar 40 planchas de hierro. Téngase en cuenta que cada planchadora disponía de tres a cuatro planchas que habían de estar constantemente calientes para poder ir siendo alternadas para su uso y clase de tejido: seda, lana, lino...
Xerez
Pero a Juan Pina no solamente le gustaba trabajar y sacar adelante su prospero negocio, con el que marcó una época durante la segunda mitad del siglo pasado. También era un gran aficionado al fútbol, sobre todo al Xerez CD, a cuyo equipo acompañaba a la mayoría de los desplazamientos fuera de la ciudad.
Otra de sus pasiones era viajar, por lo que cada año solía regalarle a su mujer unos días de expansión y asueto en algún país extranjero. Así conocieron, por ejemplo, Italia, Londres, Lisboa, París...
Al no haber tenido hijos, el matrimonio volcó todo su cariño en sus sobrinos Mary, Julia, Salvador, Loli y Juan y por extensión a su cuñado Salvador Galván, al que el tintorero financió el montaje y la apertura de la afamada droguería Galván, la que ubicada en la calle Ramón Cala ha estado abierta hasta hace poco.
Al cumplir los 50 años y debido a la prosperidad conseguida con su negocio, decidió adquirir una finca en la Hijuela del Serrallo a la que en honor a su esposa rotuló Villa Dolores. En ella reunía a toda su familia haciendo todo tipo de celebraciones, la mayoría dedicadas a sus sobrinos.
Al poco tiempo adquirió uno de los mejores coches de la época, un Renault 4-4. También compró un chalet en Montealto, en la avenida del Pinar. Ya en la plenitud de su vida, cuando debido a su esfuerzo recogía las mieses de tantos años de trabajo, un aciago domingo 19 de abril de 1964, al regresar de ver jugar al Xerez CD en la Palma del Condado, un choque frontal con otro vehículo a la altura de Dos Hermanas truncó su vida a la temprana edad de 62 años.
Consternación
La muerte de Juan Pina causó gran consternación en nuestra ciudad, siendo muy sentida en el ámbito deportivo, guardándose un minuto de silencio en el antiguo Estadio Domecq, tras el que, con el público en pie, se rezó la oración del Padrenuestro por el eterno descanso de su alma.
Amén de ser un hombre bueno en el más extenso sentido de la palabra bueno, Juan Pina fue un trabajador incansable, religioso y honesto que debido a su personalidad y trabajo dejó una profunda huella en todas aquellas personas que le conocieron, a la vez que un considerable patrimonio, especialmente en los conocimientos técnicos que llegó a albergar entorno a su negocio. Legado que se ocupó de transmitir a sus sobrinos Mary y Salvador Galván, que tras el fallecimiento de su tío cogieron las riendas del negocio.
En la actualidad, la Tintorería Pina continúa en manos de sus descendientes, estando ubicada como antaño en Medina 8.
Recientemente ha recibido un Premio de la Junta de Andalucía, por los muchos años que lleva dedicada a esta actividad y servicio al pueblo de Jerez. Igualmente, su sobrino Salvador y preferido de Juan Pina, siguiendo las líneas maestras de su tío, en el año 1975 fundó la cadena de tintorerías Tintelimp, las que, con la ayuda de Conchi su mujer, continúan funcionando como la de Pina: a pleno rendimiento.