EL CARIÑO VERDADERO
Actualizado: GuardarPertenezco a una generación de redactores de radio que a falta de un quinquenio bordea el medio siglo, y cumple la treintena en activo. Comencé con las válvulas termoiónicas que dieron paso al circuito integrado. El trabajo era adictivo, y la remuneración te permitía darte algún que otro capricho adolescente. ¿El mejor recuerdo? El de salir de la emisora con todos los trastos (magnetofón de cinta abierta, nada de mp3), para hacer las entrevistas después de los entrenamientos. Futbolistas y directivos. Su testimonio en horario de máximo consumo hertziano, levantaba pasiones. Ni malas caras, ni entrenamientos a puerta cerrada. Barra libre que a nadie se le subía a la cabeza. Tampoco existía el móvil. Si ocurría algo a deshoras, buscabas al protagonista en su bar de residencia, o te acercabas su domicilio. Lo entendían casi como una obligación. Recuerdo cómo eran los desplazamientos, incluso con el propio Xerez. En el mismo autobús de la expedición, (pregunten a los mas veteranos si no lo creen) con olor a farias y brandy. Si alguna vejiga se aflojaba, se paraba. Si eras del sector crítico, el viaje suponía un tercer grado rodeado de zaheridos, pero nunca llegaba la sangre al río. Al final, críticos y criticados, tan amigos. Contabas el partido a través de un teléfono contratado para un solo día, instalado en la grada rodeado de público hostil. Luego, a través de líneas microfónicas que lo mismo conectaban con tu emisora que con Radio Tombuctú. Te quedaba el teléfono del campo, o el del piso de un vecino. Los clubes pasaron a ser empresas anónimas, despilfarradoras y carentes de latido. Comenzaron los problemas conyugales entre fútbol y radio tras más de medio siglo de relación. Mutua dependencia que se quiere abocar a la ruptura por la entrada en escena de celestinas trajeadas cuyo único sentimiento es el dinero. Decían en los ochenta que el vídeo mataría a la radio, pero la AM se hizo fuerte y dió a luz a la FM. Ahora inventan un ignominioso diezmo en tiempos de necesidad, que pese a la defensa de empresarios sin escrúpulos tampoco acabará con la relación. La radio y el fútbol se quieren. No se ha inventado el dinero para comprar los quereres.