Editorial

Impasibilidad europea

Las críticas de Botín ponen de relieve las disensiones ante el próximo Consejo

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La esperada cumbre europea del 23 de octubre, en la que el Consejo parecía emplazado a adoptar decisiones que acaben con el 'impasse' que aprisiona a las instituciones de la Unión y a las economías del euro frente a los requerimientos de Estados Unidos, de los organismos internacionales y la presión de los mercados, corre el riesgo de empantanarse incluso antes de que se inicie. Los temas críticos que la cita debe abordar -el proyecto de recapitalización bancaria, la reducción de la deuda griega, o el incremento del Fondo de estabilidad financiera- merecieron anteayer una lacónica advertencia por parte del Gobierno alemán, sin duda dirigida a rebajar las expectativas respecto a la citada reunión en medio de las tensiones que el futuro del euro genera entre sectores influyentes de la economía y la opinión pública germana. Una rebaja de expectativas que libera de compromisos a los líderes europeos y alimenta el caldo de impotencia e impasibilidad en que se mueven los Gobiernos y las instituciones de la Unión. Las reuniones previas que durante el viernes y el sábado convocará a los ministros del Eurogrupo y del Ecofin deberían despejar el panorama hasta dotar a la cita del domingo de una agenda verdaderamente resolutiva. Pero las reservas que suscita la propuesta de zanjar el problema griego con una quita, unidas a las dificultades y desavenencias derivadas del propósito de aumentar los recursos del FEEF y a la abierta contestación que el proyecto de recapitalización bancaria ha merecido por parte de importantes entidades de crédito, obliga a los principales protagonistas de los encuentros del próximo fin de semana a reordenar sus intenciones para ofrecer cuanto menos algunas soluciones viables y efectivas. Las palabras de Emilio Botín ayer, criticando el sinsentido de «una recapitalización indiscriminada de la banca europea sin resolver antes el problema de la deuda pública», no solo recuerdan cual ha de ser la inexcusable prioridad de los gobiernos y de las instituciones europeas, invitan también a estas a moderar su repentino afán regulatorio, que tanto contrasta con la impasibilidad reinante, disponiéndose a actuar más puntualmente frente a aquellas entidades financieras cuya solvencia sea puesta realmente en cuestión.