Un rebelde observa la demolición del palacio de Bab el-Aziziya. :: AP
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Los revolucionarios derriban el complejo de Gadafi en Trípoli

Las nuevas autoridades libias comienzan la demolición de Bab el-Aziziya, el símbolo de la dictadura donde Gadafi exhibía su poderío

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La fortaleza que durante décadas aterrorizó a miles de libios y que albergó al más longevo dictador del norte de África comenzó ayer a ser demolida, ladrillo a ladrillo. Las excavadoras del nuevo Gobierno interino iniciaron ayer el derribo del muro que rodea el complejo de Bab el-Aziziya, convertido en un parque público tras ser durante décadas símbolo de la crueldad y la extravagancia de Muamar Gadafi.

Desde que el inmenso palacio fue conquistado a finales de agosto, los habitantes de la capital han ido poco a poco perdiendo el miedo y el respeto que hasta entonces les producían sus muros, y los salones y estancias de la residencia del líder de la Yamahiriya han pasado a ser una zona de recreo donde numerosos curiosos acuden a contemplar las reliquias de una dictadura. En las últimas semanas, el patio desde el que el coronel retransmitía sus largos y delirantes discursos, y que albergaba la estrafalaria escultura de un puño aplastando un avión americano, se había erigido en un mercado semanal de animales domésticos.

«Antes nunca pudimos atravesar estos muros, y ahora los tiramos para no tener que recordar aquellos días oscuros», relató a AP Tarek Saleh, uno de los revolucionarios que rememoró cómo Bab el-Aziziya se había convertido en un centro de tortura y el principal cuartel general de las tropas del coronel.

Mientras que Trípoli comienza poco a poco a recuperar su pulso habitual, en Sirte los sublevados siguieron combatiendo ayer focos de resistencia en la ciudad natal del exdictador. La localidad se encuentra prácticamente controlada por las tropas revolucionarias, que deberán luchar ahora contra una lacra que puede poner en peligro la reconciliación de los dos bandos: los saqueos.

Cámaras de AP grabaron varios camiones que salían del bastión gadafista cargados con maquinaria y equipamiento del aeropuerto de la ciudad para trasladarlo al de Misrata, que quedó prácticamente destrozado durante la guerra. Otros vehículos, sin embargo, transportaban frigoríficos, alfombras o lavadoras, aparentemente procedentes de casas particulares. Para intentar evitar los robos, las fuerzas rebeldes han prohibido a los combatientes que entren en viviendas privadas y han distribuido octavillas con un mensaje que apela a la conciencia religiosa: «Queridos musulmanes, evitad la ira de Dios. No robéis las casas de la gente, sus vehículos, ni os llevéis sus bienes particulares».