Sociedad

Puente sobre aguas sulfurosas

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Las dos mujeres que tan apaciblemente se dejan acariciar por el cálido sol otoñal de octubre acaban de darse un baño de barro en el viejo balneario de Tiermas, una población que fue parcialmente engullida por las aguas del embalse de Yesa, el también llamado Mar del Pirineo, a medio camino entre Navarra y Aragón. Cuando las aguas del pantano retroceden, salen a la luz las ruinas de la antigua estación termal, cuyas aguas sulfurosas disfrutan aún de gran renombre. A Tiermas peregrinan en otoño cientos de aragoneses y navarros que siguen confiando en las virtudes terapéuticas de unos baños que además tienen la ventaja de ser gratuitos.

Ni la construcción del pantano ni el tiempo transcurrido desde su inauguración -más de medio siglo- han sido capaces de borrar una costumbre que hunde sus raíces en la época de las primeras peregrinaciones a Santiago, cuando los romeros que acababan de cruzar los Pirineos hacían un alto en Tiermas para dejarse acariciar por los cálidos vapores sulfurosos.