EL MAGO Y LA HOZ
Vino Chaves y dijo: «Estamos en condiciones de cumplir la mayor parte de los objetivos». Traducido, resulta: «Ja, ja, ja»
Actualizado: GuardarDicen que no se consuela el que no quiere. O lo que es lo mismo, que el síndrome Pollyana siempre tiene efecto, incluso efectos secundarios. Hasta el europeísimo y civilizado IKEA -«tengo derecho a mi fiesta»- ha sucumbido al discreto encanto de esta burguesía virtual en la que creemos vivir, ofreciendo «pomada pa' to' los dolores y remedios para toda clase de errores» de los que cantaba Alejandro Sanz. Dicen que el que no quiere, no encuentra consuelo y debe ser verdad, porque hasta la tontísima Dorita -Dorothy en versión original- después de recorrer medio mundo, llegó a una única conclusión: «Se está mejor en casa que en ningún sitio» -«There's no place like home», en versión original-. No es nuevo, ya saben, hasta lo dijo Paco Alba, «que traducido resulta, que como en Cádiz ni hablar». Pues ya está, para qué queremos más, a todo se acostumbra uno. No obstante, y como lo cortés no quita lo valiente, hay que reconocer que es este un pensamiento nocivo, altamente contagioso y de difícil tratamiento. Una vez infectado, el paciente empieza a dormir mal, sufre alucinaciones, delirios de grandeza, picos de autoestima elevada y continuas recidivas, en las que, lejos de encontrarse mejor, se va encontrando con otros infectados dispuestos, como él, a hacer el camino de las baldosas amarillas que le lleve siempre al mismo sitio, a casa. Gente sin cerebro, sin corazón o sin valor -¿a que conocen a unos cuantos?- entregados en cuerpo y alma a hacer realidad la dañina magia de Oz, la que nos apaga el horizonte y nos deja medio a oscuras, donde sólo vemos bultos que se mueven de un lado a otro.
Ha sido una semana de multitudes, de esas que quedan para los anales del «no cabía ni un alfiler» que nos llenan la boca pero que ocurren cada vez más de tarde en tarde en esta ciudad ya sólo rendida al incienso de las procesiones -¿se han parado a pensar que desde el pasado día 14 de agosto hasta la fecha no ha habido ni un solo fin de semana sin su correspondiente procesión?-. Una semana en la que no ha faltado de nada, ni siquiera 'El Mago de Oz', que llenó el Falla el pasado martes, a pesar de que las críticas no eran demasiado halagüeñas, ni las expectativas demasiado altas. Es lo que tiene vivir en la parte de atrás, que cualquier rayito de sol, nos deslumbra. En fin, después de que la gran apuesta municipal de esta temporada -'The Aluminium Show'- se cayera por falta de expectativas, podría haber pasado cualquier cosa. Pero no, había ganas de ir al teatro, como ganas hubo de escuchar a Eduardo Galeano que hizo pequeño, pequeñísimo, el patio del Museo el pasado lunes. Y eso que el escritor uruguayo siempre habla de lo mismo, o quizá para no ser malvada, habría que decir que nada hemos cambiado en los últimos 30 años, ni Galeano, ni nosotros, que seguimos acudiendo a su llamada cada vez que viene por Cádiz. Habló -menos de lo que se esperaba- ante un público rendido dentro y fuera del Museo que tuvo que cerrar las puertas poco antes de las ocho de la tarde porque no cabía nadie más -previsión, se llama-. Hubo quejas, como siempre ocurre, y grandes perlas para la colección, «los banqueros son los más peligrosos salteadores de bancos». Ahí lleva razón, tanta como la que le acompañó al pasar por la plaza de la Catedral cuando vio la feria del Nazareno, y tiempo le faltó -me cuentan- para escandalizarse por el despropósito de poner unos coches-choques en la misma puerta de la iglesia. ¿A qué mago se le habrá ocurrido la idea? Al mismo que no tiene el mínimo reparo de pensar en la imagen que proyectamos y es capaz de autorizar, delante de la Catedral, un «pequeño parque de atracciones» con sus cacharritos, sus puestos de algodón y hasta su barraca de pescar patitos, con el noble propósito de recaudar «fondos para la restauración del Señor». ¡Qué mundo este! decía la Bruja de Oz, y se quedaba corta.
¡Qué mundo este! dispuesto a pasar su futuro por la hoz y a conformarse con los recortes. En pleno proceso preelectoral, todos hablan ya de Rajoy como de Moisés, pero nadie ha reparado en que, de momento, nada se sabe de su programa electoral. No le hace falta, le basta con meter miedo, con denunciar las torpezas de los socialistas -con eso tiene para rellenar varias campañas electorales- y con repetir las palabras del Mago de Oz : «No prestes atención al hombre que hay tras la cortina», no vaya a ser que le veáis las intenciones. La hoz, como sabe, es una herramienta parecida a la guadaña pero de menor tamaño, lo que permite su empleo con una sola mano, dejando libre la otra para agarrar lo segado. Pendientes de una hoz tenemos nuestro futuro, pendientes de quienes la manejen, de quienes sieguen nuestras esperanzas y de quienes tengan libre una mano para agarrarnos fuertemente. Vino también esta semana Manuel Chaves, que forma parte ya del paisaje y la memoria de nuestra ciudad, y vino para advertirnos veladamente de lo que se avecina. «Estamos en condiciones de poder cumplir la mayor parte de los objetivos que nos habíamos planteado», dijo el nuevo presidente de la Comisión Nacional del Bicentenario, que traducido resulta «ja, ja, ja, ja».
Nada será como nos habían dicho. Ni exposición, ni puente -ni Pepa, ni Pepe, ni nada de nada-, ni hospital, ni plaza de Sevilla, ni castillo de San Sebastián, ni Ciudad de la Justicia, ni piscina -¿se llegó a inaugurar?-, ni estación de autobuses, ni monumento a la Constitución. Todo pasado por la hoz -no por el martillo- y bien segadito. Qué más da. Entre todos hemos matado al Bicentenario, y nos hemos quedado tan tranquilos. Al final, somos tan tontos como la tontísima Dorothy, y seguimos mirándonos el ombligo, «Si alguna vez quiero satisfacer un deseo, trataré de que sea en mi propia casa, pues si no es allí aún menos lo ha de ser fuera de ella». Lo dicho, si es que no se consuela el que no quiere.