Manuel Berrocoso durante una de las campañas realizadas en la Antártida, donde el laboratorio vigila la actividad volcánica. :: LA VOZ
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Dos científicos de la UCA colaboran en el estudio de la erupción de El Hierro

Los investigadores del Departamento de Matemáticas aplican un novedoso sistema de vigilancia volcánica mediante GPS

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Lava, emanaciones de azufre y temblores de tierra; fenómenos naturales que a ojos de un profano pueden resultar casi infernales. Sin embargo, son síntomas más o menos visibles de una actividad volcánica que constituye el objeto de estudio de científicos de un grupo de investigación de la Universidad de Cádiz: el Laboratorio de Astronomía, Geodesia y Cartografía del Departamento de Matemáticas. Una institución puntera a nivel nacional compuesta por unos ocho investigadores, de los cuales dos ya colaboran desde hace días en la erupción volcánica de la isla de El Hierro. En La Restinga no se da un paso en falso. Cada información relativa a las dos erupciones volcánicas producidas a 2,8 y 3,7 kilómetros de la costa de la localidad de El Hierro se toma con cautela. Sin embargo, tal y como confirmó ayer a este medio la propia UCA, el responsable del laboratorio Manuel Berrocoso y otro de los científicos del Laboratorio forman parte del equipo de investigadores con los que el Instituto Geográfico Nacional (IGN) trabaja en la zona.

Berrocoso, fiel a los organismos oficiales que centralizan la información, ayer prefirió no hacer declaraciones. Sin embargo, desde la Escuela Superior de Ingeniería de Cádiz otro de los investigadores del equipo de la UCA, Alberto Fernández Ros, se encargó de explicar en qué consiste la aportación gaditana en El Hierro. De esta forma, Berrocoso y su compañero se encargan de «vigilar la actividad volcánica» de los dos puntos activos por medio de la colaboración con el departamento de vulcanología presente en La Restinga.

Para ello, emplean un sistema de GPS que permiten determinar el parámetro de deformación de los focos activos que están en erupción. Una aportación novedosa que ha llevado a que colaboren en el fenómeno natural que en estos momentos se produce bajo el mar. «Tenemos experiencia en vigilancia volcánica», explicó Fernández. De hecho, el Laboratorio de la UCA colabora activamente con el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y el IGN.

Manuel Berrocoso, además de responsable del Laboratorio de Astronomía, Geodesia y Cartografía del Departamento de Matemáticas, posee una amplia experiencia en este tipo de investigaciones. El extremeño lleva más de 26 años viviendo en Cádiz después de estudiar Matemáticas y especializarse en Astronomía y Geodesia por la Universidad Complutense de Madrid. Se incorporó a la Marina para trabajar en el Real Observatorio de la Armada de San Fernando. Desde 1993 es profesor de la Universidad de Cádiz. Además de participar en más de nueve campañas antárticas, capitanea un Laboratorio de dilatada experiencia.

Reputados investigadores

La amplia formación del equipo gaditano (que desarrolla además otras líneas de investigación relacionadas con la astronomía, la geodesia y la geofísica) lo ha llevado en diversas ocasiones fuera de nuestras fronteras. De hecho, fue en el volcán de Ometepe (Nicaragua) donde los investigadores pudieron poner en marcha su sistema de vigilancia de actividad volcánica por GPS. La idea, puesta en práctica ahora en El Hierro, se centra en construir un marco de referencia espacial para evaluar el parámetro de deformación superficial del volcán. Eso hace que se cree una red que establezca un modelo matemático que represente el comportamiento del volcán.

Desde mediados de 2010 (y por un plazo de tres años), los investigadores gaditanos colaboran con Nicaragua en la observación de uno de los volcanes más activos. Los estudios del equipo de la UCA ya llevaron a dos investigadores hasta la Antártida (donde, desde 2004 y junto al Ejército, el Laboratorio fue el encargado de crear el primer laboratorio español en la zona) de finales de 2010 y a marzo de 2011. Allí, en la isla Decepción, dos investigadores estudiaron cómo afecta la actividad volcánica a los movimientos de la tierra. Para ello emplearon sus técnicas de vigilancia geodésicas GPS. El objetivo, como explicó en enero de 2011 a este medio el propio Berrocoso, era poder trasladar los resultados a otros puntos del globo, como Nicaragua o Tenerife. Ahora es El Hierro el que reclama la experiencia de estos expertos en los momentos en los que la tierra escupe fuego.