Esencias y camuflajes
SECRETARIO 1º DE LA MESA DEL PARLAMENTO DE ANDALUCÍA Actualizado: GuardarEn la política, como en la vida, lo que parece es. Las formas son parte de la sustancia. En el reino animal, numerosas especies se protegen de sus depredadores adoptando formas y comportamientos que favorezcan su camuflaje. En estos casos, la supervivencia depende en gran medida de la capacidad para pasar desapercibido. Por el contrario, en otras ocasiones, la apariencia es fundamental en la reproducción. Entre las especies vegetales es de vital importancia llamar la atención de los polinizadores, mediante la vistosidad colorista de sus flores. El homo sapiens, aunque ha dado el salto del pensamiento mágico, aún conserva en su ADN memoria de sus ancestros.
En democracia las formas, los reglamentos y hasta el protocolo, son parte de la sustancia, de ese fondo en el que deben convivir en equilibrio la seguridad y la libertad, los derechos individuales y el interés general, la intimidad y la transparencia. Pero las formas no deben confundirse con las apariencias, porque el mejor de los envoltorios no garantizan la calidad del proyecto, aunque nos pueda incitar a votarlo. Quien da gato por liebre puede logra la adhesión ocasional, pero pagará un largo peaje en el futuro.
En la sociedad de la comunicación la importancia de la imagen, de las formas, ha alcanzado cotas inimaginables hace solo unas décadas, llegando a suplantar en gran medida al fondo de las cosas. En demasiadas ocasiones las apariencias son excesivamente determinantes en el éxito comercial, profesional o político. Como contrapeso y salvaguarda, todo es bastante efímero; un periódico sepulta al del día anterior y las modas de cada temporada colmatan los armarios de prendas relegadas, porque la actualidad y el gusto viajan a uñas de caballo supersónico.
Este predominio del follaje, del envoltorio, ha llevado a algunos a pensar que el personal es tonto, sin caer en la cuenta de que en muchas ocasiones simula serlo, desde la distancia y el descreimiento generalizado al que lo han llevado los vendedores de crecepelos infalibles y bálsamos de fierabrás. A pesar de que vivimos en un escenario de vértigo, atestado de sensaciones y ruidos, cuando no hay sustancia, los héroes se tornan en villanos sin que hayan caído muchas hojas del calendario, confirmando la vieja regla de que: 'solo se puede engañar a uno muchas veces y a muchos alguna vez'.
Una campaña electoral es la mejor oportunidad para la puesta al día de los diferentes proyectos políticos que conviven en democracia, desde el cimiento de la identidad ideológica, que nos enraíza en la historia, sobre la base de la memoria, que nos permite hacer balance de lo ocurrido en el inmediato pasado y orientados por los compromisos programáticos, que deben despejar las incertidumbres del futuro.
Desprecian la inteligencia de los ciudadanos quienes apuestan por el camuflaje ideológico intentando cubrir todo el espectro político, quienes practican la amnesia sobre la gestión de los gobiernos propios y trasladan toda la responsabilidad a la herencia recibida de los del contrario, quienes oscilan sin despeinarse entre la ausencia de programa y la subasta de compromisos electorales.
El juego limpio exige el respeto a las reglas, al adversario y a los ciudadanos. Rompen las reglas los que se afanan en la destrucción de la política y del adversario, los que camuflan su ideología y ocultan sus programas, los que no comparecen en el debate y los que pretenden tener por rehenes a los electores. Éstos nunca se equivocan y quienes los acusan de estar confundidos, lo hacen para no asumir las consecuencias políticas de su derrota.
La identidad del proyecto político trasciende la coyuntura electoral, hunde sus raíces en la historia y en la memoria que de ésta tienen los ciudadanos y pierde gran parte de su legitimidad cuando los discursos y los comportamientos no son coherentes con las señas de identidad grabadas en el subconsciente colectivo. Ser de izquierdas o de derechas no depende sólo del pasado o de la última sonrisa que se le ponga al cartel electoral, es fundamental la coherencia del tránsito.
La destrucción de la política no es un accidente fortuito, sino el objetivo prioritario de una estrategia de quienes se sienten incómodos con la democracia, ayudados por los que traicionan la memoria histórica, ignoran a quienes representan y olvidan que la legitimidad de origen que dan los votos, debe ser confirmada con la del ejercicio práctico de las responsabilidades de representación y de gobierno. Cada generación debe hacer su aportación al capital político de las siglas que representa.
Los ciudadanos se niegan, tienen derecho, a dar cheques en blanco y a ser rehenes de la memoria, no aceptan el chantaje moral y exigen respuestas a sus problemas. Cada vez más, asumen las incertidumbres que conlleva perder el 'miedo a la libertad'.