PAN Y CIRCO

LA ESCORIA DEL FÚTBOL

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Recordar la figura del desaparecido Antonio Puerta de la forma tan canalla en la que unos energúmenos lo hicieron en el At. Madrid-Sevilla delata las carencias mentales que padecen algunos de los que cada domingo van a un estadio a mostrar su categoría humana. Lo primero que tuvo que haber hecho el club rojiblanco era haber localizado a los responsables de tan necios cánticos y ponerlos de patitas en la calle de manera fulminante. Jamás sería socio de una entidad que cobijara bajo su techo a semejantes alimañas porque con mi presencia estaría fomentando el todo vale en un espectáculo deportivo en el que el insulto está a la orden del día. El recordatorio a Puerta sobrepasa la frontera del insulto para situarse en lo delictivo.

Cualquier hijo de su madre que sea capaz de proferir por su boca esos mensajes es lo más parecido a un delincuente. Entramos entonces de lleno en esa valoración que conduce directamente a cotejar estos elementos sospechosos en relación a su nivel cultural y el resultado es obvio. Conforme la incultura se ha ido adueñando de las gradas, algo que viene sucediendo desde que se puso la primera piedra del primer estadio de fútbol, la violencia verbal y física han salido a relucir a la velocidad de la luz. No se constata tampoco un excesivo interés por parte de la mayoría de los clubes en atajar el problema con soluciones contundentes. En Italia, viene siendo habitual ver como ciertos jugadores celebran sus goles alzando la mano -al estilo nazi- mientras una jauría humana brama celebrando semejante detalle. En ese mismo escenario, los rivales de color han sido continuamente amenazados de muerte. Así que como todo es válido, porque el ruido de la manada es sinónimo de colorido, seguirán campando a sus anchas hasta que sean los futbolistas -si de verdad tienen lo que hay que tener- los que asqueados comiencen a abandonar los terrenos de juego.