Dirigentes autonómicos del PP y otros miembros de la dirección nacional se dirigen ayer a la reunión con el presidente del partido Mariano Rajoy en Málaga. :: JORGE ZAPATA / EFE
ESPAÑA

El PP ya solo aguarda impaciente el 20-N convencido de su mayoría absolutaUn ejercicio de culto al líder

El partido de Rajoy convierte su convención nacional en una sucesión de mítines contra el PSOE sin detallar su programa La convención del PP se convierte en una sucesión de alabanzas a Rajoy, en la que Cospedal se llevó la matrícula de hono

MÁLAGA. MÁLAGA. Actualizado: Guardar
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Los populares, seguros de que el 'efecto Rubalcaba' es humo y no tendrá ninguna consecuencia en las urnas, esperan con impaciencia que el recuento de votos en la noche del 20 de noviembre confirme las encuestas que auguran una victoria rotunda de Mariano Rajoy y con mayoría absoluta.

Nada de euforia contenida. La sensación de triunfo se respira en todos los rincones de la convención nacional que la formación opositora celebra en Málaga. En los corrillos se habla más de quinielas de ministros o de candidatos a completar las candidaturas al Congreso y al Senado que de los motivos del cónclave. Los populares entienden que Alfredo Pérez Rubalcaba es un rival noqueado, al que solo le falta un último golpe para que caiga a la lona.

La principal inquietud de la cúpula popular en estos momentos es cómo evitar que sus referentes metan la pata en esta recta final de la carrera hacia la Moncloa que Rajoy inició en 2004 y que espera culminar con éxito en 2011.

La mejor manera de prevenir un incendio es no jugar con cerillas. Por ello, los miembros de la dirección nacional evitan, tanto en sus intervenciones en el plenario como en sus conversaciones informales por los pasillos, abordar cuestiones espinosas de cariz social y económicas como la reforma de la ley del aborto, el matrimonio homosexual, la revalorización de las pensiones, la subida del sueldo de los funcionarios o el terrorismo. ETA o Bildu son, por lo visto hasta ahora, terreno vedado para todos excepto para José María Aznar.

Ni siquiera Esperanza Aguirre, una de las líderes del partido de habitual cautelosa a la hora de afrontar un proceso electoral, intentó mermar la dosis de euforia. Más bien, al contrario. «Los 45 días que faltan hasta el 20-N se nos están haciendo a todos eternos», proclamó.

Los dos únicos que intentaron ejercer de Pepito Grillo fueron Alberto Núñez Feijóo y José Antonio Monago, presidentes de Galicia y Extremadura, quienes advirtieron de que las encuestas pueden engañar y arengaron a los suyos a tomarse las elecciones generales como unas municipales y, de esta manera, ir pueblo a pueblo explicando el proyecto popular. La cuestión, por lo trascendido hasta ahora en Málaga, es cómo es ese proyecto.

Sin prisas

Rajoy, que en septiembre anunció que en la convención de Málaga se conocería el programa con el que concurriría a las generales, ha cambiado de opinión. Ya no tiene prisa por mostrar sus cartas. En los dos primeros días de esta 'fiesta popular' el discurso de los ponentes ha tenido mucho de declaración de intenciones, pero nada de concreción para la contienda electoral.

Sí se han esbozado algunas propuestas, pero que nadie ha confirmado si formarán parte o no del programa. Por ejemplo, Federico Trillo, coordinador de Justicia del PP, rescató ayer la fórmula de «prisión perpetua revisable» para endurecer los delitos más graves del Código Penal y la recuperación del recurso previo de inconstitucionalidad.

Soraya Sáenz de Santamaría, portavoz del Grupo Popular en el Congreso, por su parte, planteó la posibilidad de que su formación apostase por cambiar la selección y el tiempo de los mandatos de los magistrados del Tribunal Constitucional para que ejerzan su labor con independencia de los gobernantes de turno. Pío García Escudero, portavoz del PP en el Senado, aseveró que Rajoy garantizará «una educación pública de calidad», aunque eludió referirse a los recortes emprendidos en esta materia por presidentes autonómicos populares. Anunció, además, que el PP pondrá fin a los «proyectos ideologizadores en el contenido de las materias», pero no aclaró si esto supondrá la eliminación de asignaturas como educación para la ciudadanía.

'Leña'

La convención nacional del PP se ha convertido, en síntesis, en una sucesión de mítines donde cada orador intentaba ingeniar alguna novedosa manera de arremeter contra Alfredo Pérez Rubalcaba. La secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, formuló una peculiar ley física que denominó «la de la gravedad socialista». «Todo puede caer más, todo se puede hundir más y todo puede ir a peor mientras haya un Gobierno socialista», dijo.

Además de Cospedal, Aguirre, Gallardón, Monago o Feijóo intentaron hurgar en la que consideran principal rémora de Rubalcaba, su estrecha vinculación a las decisiones económicas y sociales que José Luis Rodríguez Zapatero adoptó en los tres últimos años de mandato. Para Cospedal, el candidato socialista es «viceresponsable de todo». Es más, apostilló, Rubalcaba no está buscando el apoyo de los votantes, sino que está pidiendo «la amnesia a los españoles».

Por otra parte, los presidentes autonómicos transmitieron a Rajoy la delicada situación financiera por la que atraviesan sus respectivos gobiernos. Durante la reunión, que no estaba prevista y que se celebró al finalizar la segunda jornada de la convención nacional, los máximos responsables de Castilla y León, Extremadura o Baleares, entre otros, explicaron que la prórroga de los Presupuestos Generales del Estado les deja practicamente «sin luz y sin red», según declaró uno de los asistentes.

Sabido es que toda convención, asamblea o conferencia política que organizan los partidos son actos a mayor gloria del jefe de la organización. Pero el cónclave nacional que celebra el PP en Málaga tuvo ribetes de culto al líder y adulación impropios de una fuerza democrática. Todos o casi todos los oradores de la segunda jornada de la convención nacional de los populares no ahorraron loas y elogios a Mariano Rajoy y sus capacidades políticas.

Pero la palma se la llevó quien en buena lógica no debía habérsela llevado, la secretaria general del partido. Dolores de Cospedal pronunció un discurso que hasta pareció incomodar al candidato. Rajoy, dijo de entrada, es el «más preparado, más solvente y más capacitado». Y prosiguió: «Eres la condición sine qua non del cambio; tú nos has hecho superar las mayores expectativas; has encarnado siempre lo mejor de la política; la esperanza de millones de españoles».

No se quedó ahí y agradeció a Rajoy por su forma de ser porque es «honesta, integradora y consistente»; por su forma de trabajar, «incansable, decidida y coherente»; por su forma de liderar, «persuasiva, generosa e inspiradora». Atribuyó a «la templanza» de su líder que el PP esté «hoy más unido que nunca y más fuerte que nunca». José María Aznar no estaba en el auditorio.

Muchos participantes en la convención se miraban unos a otros sorprendidos por la desconocida vehemencia lisonjera de la secretaria general. A continuación subió al estrado el presidente de Murcia, Ramón Luis Valcárcel, que no pudo menos que aludir al arrebato de su antecesora y sintetizó el parecer de muchos de los asistentes. «Yo no tengo que hacer la pelota porque no voy en las listas», comentó y con eso dijo todo. La verdad es que Cospedal tampoco es candidata a nada, pero el error daba igual.

El resto de intervinientes en las distintas mesas redondas también fue pródigo en el elogio a Rajoy, político «honrado y honorable», apuntó el gallego Alberto Núñez Feijóo. En términos similares hablaron el extremeño José Antonio Monago o Esperanza Aguirre, pero no alcanzaron ni las suelas de Cospedal.

La intervención de la secretaria general hay que enmarcarla en la euforia que viven los populares reunidos en el Palacio de Ferias y Congresos malagueño, donde ya se paladea la victoria electoral aunque falte mes y medio para ir a votar. Un clima en las antípodas del que vivió Rajoy y el PP en el difícil congreso que celebró en Valencia en junio de hace tres años, y en el que el líder no recibió, ni mucho menos, estas flores.