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¡Están locos estos romanos!

Ya vale de tanto anuncio que no hace otra cosa que encogernos el corazón

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Ahora que Albert Uderzo se despide y deja que otros ajusten a Astérix y Obélix a los nuevos tiempos, siento como un abandono, como un desgarro al observar las peripecias personales, duras, y profesionales, injustas, de uno de los tipos al que le debo una infancia feliz, una adolescencia inteligente y después risas y más risas cargadas de ironía, sutileza y elegancia. Aprendí citas en latín que sigo repitiendo en noches de cenas largas con amigos -'Vanitas vanitatum et omnia vanitas'; vanidad de vanidades y todo es vanidad-; aprendí Geografía, estrategia militar, Historia; aprendí también a manejar las palabras y a entender las paráfrasis tan presentes en el relato; aquella genial que sale del Evangelio y que hace decir al mismo Julio César: «Quieres hacer el favor de dar al César lo que es mío». Eso, para quitarse el sombrero.

Cómo unos tipos tan estrafalarios como Astérix, Obélix, el perrito Ideafix, Panorámix, Caius Bonus, Abraracurcix pueden hacer tan feliz a una persona. Me lo pregunto y encuentro la respuesta: porque Albert Uderzo y René Goscinny crearon una historia en la que siempre estaba presente la bondad de los hombres. Es verdad que los romanos eran frecuentemente ridiculizados, pero era esa clase de ridículo que no deja huella y está siempre acompañado de la piedad y la comprensión. Ay, sí, la bondad, esa que Aristóteles entroniza porque sabía que solamente haciendo el bien se puede realmente ser feliz. En una palabra, que querer ser bueno es buena parte de la bondad. De ese impulso están hechos los cómics de Astérix y Obélix. Y ese es el alimento que muchos hemos recibido durante años.

En esto pensaba ayer. En esto estaba cuando me puse a escribir esta columna en la que, en principio, no tenía ninguna pretensión de escribir sobre el adiós de Uderzo. La verdad es que el folio se invadió de ideas que me llevaron a dos noticias a las que no por repetidas me acostumbro. No me malinterpreten, no soy un inconsciente pero cuando leo que Moody's rebaja la solvencia de la deuda de Italia y que, a continuación, el FMI no descarta una recesión mundial el año que viene, entonces me da la risa. No esa que me provoca Astérix, claro, pero ya me lo empiezo a tomar así. ¿Qué más nos puede pasar? Es aquello de: Mire, señor, si hay que ir al infierno se va, pero deje ya de meter miedo. Ya vale de tanto anuncio que no hace otra cosa que encogernos el corazón, aunque yo ante esas dos noticias no haya podido contener la risa. En un instante, en cuanto termine esto que está leyendo me iré con el volumen de Astérix y los Juegos Olímpicos, y me instalaré en ese estado de gracia que solo procura la mezcla de la inteligencia con la bondad. Y que les den a los mercados, a los organismos que nos atemorizan, a los periódicos que nos escandalizan. ¡Verdaderamente están locos estos romanos!