«Yo no me voy a dejar ganar»
El candidato socialista cuestiona que haya que reducir el déficit público tan rápido como marca Alemania Rubalcaba da un giro a la izquierda en su discurso para romper la inercia depresiva del PSOE
MADRID. Actualizado: GuardarAfirmar que el PSOE ganará las elecciones del 20 de noviembre es a estas alturas mucho pedir, incluso para Alfredo Pérez Rubalcaba, pero el candidato socialista trató al menos de romper ayer con la resignación que, según el mismísimo Felipe González, se ha apoderado de su partido. La contundencia de las encuestas y el distanciamiento que el electorado ya demostró en los comicios de mayo no alientan precisamente la movilización. «Puede ser que al final perdamos -admitió sin reservas el líder del PSOE- pero yo no me voy a dejar ganar».
La frase, colofón de la Conferencia Política celebrada este fin de semana por los socialistas en Madrid, logró poner en pie a todo el auditorio reunido en el Palacio Municipal de Congresos después de dos días de largo debate sobre las propuestas que se incluirán en el programa; entre ellas, la subida del 10% en los impuestos al tabaco y el alcohol para financiar la sanidad, el cierre de todas las centrales nucleares al final de su vida útil (la última en 2028) o la obligación legal de incluir mujeres en los consejos de administración de las empresas.
Rubalcaba apenas tenía nada nuevo que decir. Desde que el 9 de julio presentara las líneas básicas de su proyecto en el acto en el que fue proclamado candidato, ha ido desgranando con actitud profesoral sus ideas y ayer terminó de apuntalarlas en distintos foros del cónclave socialista. Lo nuevo fue, pues, el tono, ya un poco más enérgico. Pero también hubo de lo otro. «Estas son unas elecciones enormemente complicadas, casi tanto como las de 1977 [las primeras de la democracia] -señaló-; según cómo salgan, estaremos defendiendo el modelo de sociedad que queremos».
El comité electoral del PSOE sabe que una de sus principales dificultades para llegar al electorado de izquierdas es el modo en que el Gobierno decidió afrontar la coyuntura económica a partir de mayo de 2010, cuando José Luis Rodríguez Zapatero anunció la congelación de las pensiones, la rebaja del salario a los trabajadores públicos y un drástico recorte en infraestructuras. Y ese es el duro hueso que ahora debe roer Rubalcaba.
El exvicepresidente del Gobierno aseguró a los suyos que aún es posible buscar una salida socialdemócrata a la crisis. En su programa ya carga las tintas con propuestas que aumentarán la presión fiscal. Consciente de que todo lo que sea subir impuestos tiene siempre una difícil acogida, incluso entre los defensores del Estado de bienestar, insistió en que lo suyo será una subida «selectiva» (ricos, banca, aseguradoras, fumadores...). «No para los trabajadores que ya pagan mucho», prometió.
Menos ahorro
Con todo, eso no fue lo más transgresor de su discurso. El candidato socialista osó poner voz a un planteamiento en el que coinciden muchos analistas económicos, pero que choca de manera frontal con la entrega del Ejecutivo de Zapatero a la ortodoxia impuesta desde Alemania en la UE. «Hay dudas razonables -dijo- de que, del mismo modo que en 2009 nos pasamos con el gasto, ahora nos estamos esforzando más de la cuenta con el ahorro; y es sensato que lo pensemos».
El dirigente socialista aseguró que él es el primer convencido de que mucho déficit durante mucho tiempo es malo, pero puso en cuestión que lo mejor ahora sea empeñarse en cumplir los objetivos acordados para que el desfase de las cuentas públicas españolas no supere el 6% este año, algo que ya va a ser difícil de cumplir; se quede en el 4,4% en 2012, aún menos probable, según el FMI, y descienda en 2013 hasta el 3%. «Igual tenemos que medir los ritmos para conseguir que esta política de austeridad no sofoque la capacidad de crecimiento», dijo.
Es precisamente el control del gasto prometido en Bruselas lo que obliga a las comunidades autónomas a cerrar este ejercicio con un déficit máximo del 1,3% y lo que las está llevando a recortar ahora a machamartillo en partidas clave como sanidad, la «joya de la corona» del sistema, según Rubalcaba, o educación, la «niña mimada» para el candidato socialista.
Él aseguró que preservará ambas e insistió en que encontrará la forma para que el Estado obligue a las autonomías a gastar en el sistema de salud, a pesar de que son estas las que tienen competencias sobre la materia. «Fórmulas hay y si no -esgrimió- las encontraremos».
Los guiños a la izquierda son ahora su principal bandera, aunque a veces resulte difícil de levantar. Nada dijo de modificar la reforma laboral que abarata el despido, pero sí prometió convocar a todos los actores políticos a un gran pacto por el empleo. Y, sobre todo, pidió a los suyos que no caigan en la nostalgia. «Yo -insistió- no me resigno».