LA HOJA ROJA

SOMBRAS DE BOHEMIA

Asuntos como el rescate del Vapor, la elaboración de las listas del PSOE o el cura cleptómano representan el esperpento de Cádiz

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Para aquellos que defienden que la realidad supera muchas veces a la ficción y que no saben cómo calificar ni cuantificar las, cada vez más cotidianas, situaciones grotescas, nació el esperpento. Entendiendo el esperpento, claro está, de la manera en que lo entiende este país de lo lingüísticamente correcto para no herir susceptibilidades, es decir, como un hecho en el que se deforma de forma sistemática la realidad, cargando y recargando sus rasgos más absurdos e histriónicos. Más o menos como lo concibió Valle-Inclán a principios del siglo XX, en la que hasta hoy bien puede considerarse la obra maestra de lo esperpéntico, Luces de Bohemia, sólo superada por cualquier consejo de ministros o pleno municipal de cualquier localidad. Y no, no teman, no es que me vaya a poner cultureta ni trasnochada, ni que les vaya a largar un rollo sobre los fenómenos finiseculares y eso, sino que acabo de leer que la Pantoja y su hijo Kiko Rivera, antes conocido por Paquirrín, van a dar las campanadas en Telecinco y me acordé, de repente, de aquellas palabras de Max Estrella: «Latino, deformemos la expresión en el mismo espejo que nos deforma las caras y toda la vida miserable de España», y me acordé, de repente, de aquellas parodias de Martes y Trece imitando a la tonadillera cada fin de año, y de cómo, en este caso, es la propia realidad la que supera a la ficción. «Nos mudaremos al Callejón del Gato», decía el protagonista de la obra. Y como en una profecía mala, aquí estamos, cien años después perfectamente instalados y acomodados en este callejón del Gato, en este paseo de los espejos cóncavos, «El sentido trágico de la vida española sólo puede darse con una estética sistemáticamente deformada». Ahí seguimos y si nadie lo remedia, seguiremos por mucho tiempo, viviendo en un auténtico esperpento.

Una estética sistemáticamente deformada es la que preside nuestro manual de estilo, la que nos ha anestesiado el gusto y la que nos ha llevado por este camino de la amargura donde todos somos arrieros y donde todos, tarde o temprano, nos encontraremos. Porque si no fuera así, si no hubiésemos aprendido a tener una percepción deforme de la realidad -«Las imágenes más bellas en un espejo cóncavo son absurdas» decía Valle-Inclán- no habría manera humana de comprender por qué hemos ido dando curso de normalidad a todo el disparate que nos rodea. Ejemplos hay muchos, no se crea. No es necesario ir muy lejos, basta con volver a leer Luces Bohemia -«este pueblo miserable transforma todos los grandes conceptos en un cuento de beatas costureras»- o simplemente dar una vuelta por las noticias más cercanas, para darse cuenta.

En este esperpento, el primer acto lo protagoniza el vapor del Puerto, sitio mítico donde casualmente se desarrolla el relato 'Un coletazo a estribor', maravillosamente escrito por Juan José Téllez, y no tan bien editado por la Consejería de Transportes con motivo de la Semana Europea de la movilidad y que regalaron la semana pasada en la recién rehabilitada casa de Isabel la Católica -todo se aprovecha-. Nada pasa porque sí, y el futuro de ese barco con «más leguas que el submarino de Julio Verne» ya estaba escrito: «Maldita sea ese Cádiz mío que siempre tiene en la boca sus tradiciones pero nunca se rasca el bolsillo para mantenerlas». El Adriano III, esa metáfora de la ciudad de Cádiz hundida y dispuesta al rescate, salió a flote -ahora le toca, como a Lázaro, esperar que lo resuciten- transformado en más metáfora que nunca, la cubierta desprendida, las ventanas rotas, los pasamanos oxidados, descolorido. sin la ayuda prometida de Rubalcaba y sus gestiones con el Ministerio de Fomento -cuando todos consideraban el reflote del barco como una «prioridad máxima»-, y con una factura de más de veintisiete mil euros que, según la concejala de Turismo de El Puerto, Patricia Ybarra «alguien tendrá que pagar», of course. El segundo acto, donde según la tradición teatral se concentra el clímax de las obras, lo han llevado a escena los miembros del comité provincial del PSOE con esa tensión dramática en la que hasta último momento nos ha tenido en ascuas. La elaboración de la lista no ha tenido desperdicio, y tampoco han dejado migajas las declaraciones de González Cabaña, su caballeroso gesto de 'cederle' el puesto a Mamen Sánchez y su promesa de dejar la alcaldía el próximo ocho de octubre. otra intriga más que sumar al 20N, además de las medidas de ahorro que el 'yameveopresidente' Rajoy pondrá en marcha. Ya lo dijo el Rey, con la crisis «hay que actuar cuanto antes». Al fin y al cabo, de eso se trata en el gran teatro del mundo, de actuar.

Eso, sin olvidarnos de los entremeses y pasos que no pueden faltar en cualquier representación teatral. Tenemos para elegir, ya saben, el del cura cleptómano reincidente, que robaba camisas, y jerseys de marca en El Corte Inglés como si tal cosa, y al que ya llaman «El buen ladrón» por su vinculación con la cofradía de El Perdón, o el del carnaval a trasmano y a destiempo, en el Salón Manga -ya van por el sexto, casi 'tradicional'- con el origami, el cosplay y el go.

Para el desenlace, como en un final abierto, tienen esta semana la boda de la duquesa, al más puro estilo 'Escopeta Nacional' o la procesión cívica del día de la Patrona, rozando más el disparate cómico que otro género, pero que vemos como algo absolutamente normal. En fin, un despropósito, que ya lo dijo Max Estrella «España es una deformación grotesca, la tragedia nuestra no es tragedia, es esperpento». Pues va a ser eso.