Zapatero, tras su comparecencia para informar del decreto de disolución de las Cortes. :: J. J. GUILLÉN / EFE
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Zapatero rechaza hacer balance para no perjudicar a Rubalcaba

El presidente, tras firmar la convocatoria de elecciones, confía en no tener que tomar más medidas anticrisis antes del 20-N

MADRID. Actualizado: Guardar
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Ni siquiera hizo un ejercicio de reivindicación personal. José Luis Rodríguez Zapatero compareció ante los medios para explicar el calendario electoral, que se abre con el decreto de disolución de las Cortes aprobado este lunes por el Consejo de Ministros, como quien asiste a un puro trámite. Prefirió no hacer balance de la legislatura sin duda para no perjudicar con los malos recuerdos al candidato socialista. Ahora confía en que los dos meses que quedan hasta el 20 de noviembre pasen sin sobresaltos. «No tengo en perspectiva la necesidad de afrontar ninguna medida de carácter económico -dijo-, pero sin duda, si fuera necesario, lo haría».

El jefe del Ejecutivo prefirió no entretenerse en un balance de sus siete años en el Gobierno porque, en realidad, la formalización de la convocatoria de elecciones -anunciada, de manera inédita el pasado julio, con cuatro meses de antelación- no marca para él un antes y un después. José Luis Rodríguez Zapatero se está yendo hace mucho tiempo; desde que, señalado por su propio partido como una rémora electoral, anunció que no volvería a presentarse a las elecciones generales y cedió el testigo a Pérez Rubalcaba.

Ese día, el presidente se desembarazó de una pesada carga: la titánica tarea de convencer al electorado socialista, hundido e incluso «cabreado» según admiten en el PSOE, de que todo lo que ha hecho era necesario; que la congelación de las pensiones, los recortes salariales de los empleados públicos, el retraso de la edad de jubilación, el abaratamiento del despido o, lo último, el estímulo a la contratación temporal son compatibles con una ideología progresista y que, al menos, se ha preservado la cohesión social.

No es, sin duda, el escenario con el que Zapatero soñó abandonar La Moncloa, pero en su entorno aseguran que la piel del político leonés es de elefante, que hablaba en serio cuando en mayo de 2010, tras anunciar el ajuste del gasto más drástico de la democracia, pronunció aquel «cueste lo que me cueste» y que está persuadido de que con perspectiva y el paso de los años su actuación se entenderá y hasta se elogiará.

Peor momento

Él mismo ha formulado esa convicción en varias ocasiones. «Comprendo la impaciencia por ver el final del túnel, pero eso nunca me ha llevado a dudar del rumbo elegido», dijo en el debate sobre el Estado de la Nación del 28 de junio. Aquel fue uno de sus últimos balances de gestión y ha habido muchos. Tantos que cuando una periodista le preguntó por cuál ha sido su peor momento político y cuál el mejor replicó: «Eso ya lo he contestado muchas veces». Y era cierto.

Aun así, en otra coyuntura, habría sido inimaginable que un presidente del Gobierno no aprovechara el anuncio de convocatoria de elecciones para sacar pecho y hacer recuento de sus logros. Pero tanto los socialistas como el propio Zapatero tienen asumido que hoy su figura más que sumar resta. «Hoy no es un día de balance -zanjó-; se abre el tiempo de los candidatos, de que ellos formulen sus propuestas».

El jefe del Ejecutivo no participará apenas en la campaña electoral y no está previsto que ofrezca más conferencias de prensa en España. Permanecerá fuera de la vista, en la atalaya de La Moncloa, para así no perjudicar a su 'delfín'.

Solo los continuos sobresaltos de la crisis de la deuda pueden hacerle abandonar su ostracismo. En ese terreno, aseguró que no hará dejación de responsabilidades. «Al Gobierno le corresponde ejercer la plenitud de sus funciones hasta el 20-N», dijo. Otra cosa es que cruce los dedos para no tener que hacerlo.

De hecho, se mantiene fuerte en su determinación de no aprobar un decreto de ajuste para la prórroga de presupuestos; lo que, de nuevo, lastraría las posibilidades de Rubalcaba ya dañadas -según el análisis del comité electoral del PSOE- por la aprobación de la reforma constitucional que pone límite al déficit.

«Ya cuando anuncié la fecha de las elecciones expliqué que consideraba conveniente que el nuevo Gobierno se hiciese cargo de todo el ejercicio económico de 2012», se escudó Zapatero. Eso implica que será el próximo jefe del Ejecutivo el que decida sobre asuntos como la congelación de las pensiones o el salario de los funcionarios, teniendo en cuenta que los Presupuestos de 2011 fueron elaborados para una previsión de déficit del 6% y en 2012 habría que llegar al 4,4%.

Con todo, Zapatero ensayó un mensaje optimista: «Hemos sabido construir un gran país que día a día se reafirma por eso sé que más pronto que tarde saldremos de las dificultades presentes y habremos demostrado nuestra capacidad para comprometernos con el futuro de todos, porque todos somos necesarios, todos tenemos un papel que jugar en la historia de nuestro pueblo», concluyó.