Tribuna

Nouriel el profeta

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Su nombre no aparece en los libros del Antiguo Testamento. No fue entonces uno de los elegidos por Dios para comunicarse con él y transmitir a la humanidad la predicción de acontecimientos futuros. Aunque por razón de su nacimiento en tierras turcas, podría serlo sin dudas. Éfeso se encuentra en las inmediaciones y allí, según se dice, se refugió la Virgen María, donde moriría en sus montañas. Dos mil años después, Nouriel Roubini es considerado profeta contemporáneo, al menos así lo atestiguan los periódicos económicos más influyentes. Esos que son como la Biblia. Antes, en ella se relataba cómo las aguas del Mar Rojo se retraían para dejar paso al pueblo de Israel y ahora anuncian la retracción sin límites de la economía de los países occidentales. Las alusiones a España son continuas. Lo malo es que en la Biblia, lo común es anunciar catástrofes y calamidades para la humanidad. Las nuevas 'Biblias', a modo de Nuevo Testamento del tercer milenio, las presagian, y con especial énfasis a España, compartida con Italia. Sólo nos queda el consuelo de Grecia.

Roubini se ha hecho merecedor del calificativo de profeta, aunque es vulgarmente conocido como 'Doctor Catástrofe'. Ganó notoriedad por sus acertadas predicciones sobre la recesión global, cuyo detonante serían las 'hipotecas subprime', y lo hizo en 2005, cuando aún quedaba por pasar la parte más alta y efervescente del ciclo económico alcista, que finalizó en 2007. En 2010 también advirtió del peligro de la doble recesión. Ahora, se aviva esa posibilidad, cuando se vislumbra una segunda caída. Él lo predijo y los datos lo aseveran. La diferencia con la situación existente cuando se produjo la primera caída, coincidente en el tiempo con el derrumbe de Lehman, es que el problema económico financiero se centraba en el sector privado. Ahora, no sólo éste permanece en estado calamitoso, sino que a éste se le suma la cuasi insolvencia de los bonos soberanos. España, como toda la periferia europea, está permanentemente en el recuerdo del Sr. Roubini. Lo que no augura nada bueno. No sé si lo que predice lo hace interpretando señales o lo basa en una revelación sobrenatural. Lo peor de todo es que acierta y España está desde hace tiempo dentro de su cabeza.

Por ello, a los problemas que con carácter general afectan a un nutrido grupo de países de nuestro entorno, en el que hay que incluir el nuestro, hay que considerar que además tenemos problemas, que de manera particular inciden sobre nosotros. El prestigioso economista realizó una serie de reflexiones sobre España, esperando un crecimiento anémico y por debajo de la tendencia durante años, debido al proceso de desapalancamiento de los hogares, de la deuda pública y del sector financiero. De igual forma, volvió a insistir en un problema que afecta a un gran número de países en occidente, pero que en España es especialmente virulento, el problema de la competitividad. Y apostilló, relacionando crisis y competitividad, que no saldremos de aquella en tanto no se restablezca ésta. Hizo especial hincapié en las distintas alternativas para restablecer la competitividad, si bien las consideró poco viables por los especiales problemas, de variada índole que acarrearía su puesta en funcionamiento: 1º. Debilitamiento de la paridad del euro, asemejándola a la del dólar; 2º. Drástica y rápida reducción de los costes laborales unitarios y 3º. Reducción generalizada de los precios, de todos, en torno al 30%. No sólo Roubini mantiene lo dicho como estrategia de solución, sino que también el Nóbel Paul Krugman, que, sin ser profeta, sí se ha erigido en gurú admirado por la izquierda española, se refería a ellas, en su artículo publicado en The New York Times, 'Pain in Spain', dolor en España, como calcada del Roubini. No dependiendo la primera medida del gobierno español, ya que la política monetaria es competencia europea, las otras dos sí que lo son.

Mayores niveles de competitividad se adquieren flexibilizando la economía. Haciendo que desaparezcan todas las empresas públicas y a colación con ello reitero la tan manida frase «la mejor empresa pública es la que no existe». Reduciendo drásticamente el número de empleados públicos. Haciendo que desaparezcan las rigideces laborales y conciliando además dos derechos que deben estar igualmente protegidos, el derecho al trabajo y el derecho a establecerse como empresario y a gestionar su empresa en una economía de mercado. Tipificar como delitos el despilfarro público y las conductas que se separen de la ortodoxia en la conformación, gestión y ejecución de las cuentas públicas. Invirtiendo en educación, sea pública o privada, el fin debe ser la excelencia y para ello, generar competencia entre centros, de tal forma que sea el alumno quien decide donde ejecutar el gasto en el que consiste su cuota parte, la que a cada alumno español debiera corresponderle.

Vivimos en un mundo globalizado, la competencia como fundamento de la economía de mercado ha traspasado todas las fronteras y adopta una dimensión mundial. Competimos todos contra todos. Sólo los más competitivos son los que se hacen con el mercado. Debemos reflexionar sobre la aplicación del concepto en nuestro país, considerando la situación en la que nos encontramos, de auténtica emergencia nacional. Por lo tanto, el objetivo prioritario de cualquier programa de gobierno sobre política económica debiera consistir en adoptar coordinadamente todas las medidas que impulsen el concepto. Roubini lo ha dicho en 2010, pero Krugman lo advirtió en 2008, llegando a la misma reflexión Blanchard, economista jefe del FMI, ese mismo año. Para Krugman, la pertenencia de España a la Zona Euro impide realizar políticas monetarias propias, no pudiendo por lo tanto optar por la devaluación de la moneda y ajustar de esa forma nuestro poder de compra con el extranjero. Por lo tanto, sólo nos queda una posibilidad cierta y real, la reducción de la masa salarial para hacer más competitiva nuestra economía, amén de realizar todas las reformas, no sólo vale decirlas, si no que hay que ejecutarlas hasta las últimas consecuencias, para que resuelvan para siempre todas las carencias estructurales que nos hacen especialmente vulnerables ante los vaivenes de los ciclos económicos.

ZP nos ha vuelto a sorprender y no es por tomar medidas apropiadas y exigir su cumplimiento absoluto, es por el uso de la frase atribuida a Gómez de la Serna sobre su futuro inmediato «el mejor destino es el de supervisor de nubes, acostado en una hamaca mirando al cielo». A lo mejor, de tanto mirar al cielo, tiene lugar una aparición 'mariana'. Sería un buen presagio. El cambio se habría producido, aunque no se apareciese la Virgen, lo haría Mariano.