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Bebés perdidos

En la posguerra muchos niños morían al nacer y se iban en aquellos tristes ataúdes blancos

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Como una marea que se transforma en avalancha, el caso de los bebés robados en España entre los años 1950 y 1990 ha inundado los juzgados de norte a sur con miles de denuncias empapadas en lágrimas de mujeres que reclaman hijos, hijos que buscan hermanos y desoladas madres que todavía mecen por las noches la cuna deshabitada. Se ha llegado a exigir al fiscal general del Estado la apertura de una «investigación nacional» y las cifras que se manejan del presunto y oscuro negocio de la compraventa de criaturas alcanzan la desorbitada cantidad de 300.000 ¡solo en la década de los setenta¡ Pero simultáneamente se está produciendo un sistemático archivo de denuncias ante la falta de pruebas, la endeblez de los indicios, la nebulosa de los testimonios y la extrema dificultad para presentar en sede judicial alguno de los enfermeros, médicos o monjas sobre quienes ha recaído el dedo acusador. Hay un ejército de personas que sospechan de estar afectadas por el robo de recién nacidos y ahora esperan que se produzca el milagro y aparezca el ser perdido, soñado, o imaginado.

En los años duros de la posguerra muchos bebés morían al nacer y se iban en aquellos tristes ataúdes blancos. Durante décadas el aborto fue un pecado con más penitencia social que espiritual y de la noche a la mañana desaparecían las chiquillas embarazadas o las solteras adultas en estado. Luego reaparecían con ojeras y sin criatura. ¿Quién sabe dónde? Entonces no sonaba raro oír que alguien «había dado al niño en adopción», o que lo habían llevado a las monjas. Giraban los tornos de madera en el muro del hospicio por donde entraban en pañales y salían con pantalón largo muchos expósitos de apellido.

En 1959 Radio Madrid y su «cadena de emisoras propias y asociadas» emitía uno de los seriales radiofónicos más escuchados por la sociedad española: 'Ama Rosa'. Narraba las desventuras de Rosa Alcázar que ante su muerte inminente decide dar a su hijo en adopción a una acaudalada pareja cuyo bebé acaba de nacer muerto. La madre finalmente no muere pero deberá mantener el secreto y olvidar al niño nacido de sus entrañas... Cincuenta años después se está produciendo una especie de catarsis nacional en la que se entremezclan historias con fondo real de entregas de niños a cambio de dinero con desgarros de la memoria de niños perdidos en el parto, abortos clandestinos con complejo de culpa y un río de emociones contenidas que ahora buscan culpables, explicaciones, bebés supuestamente extraviados o robados. Urge que alguien ponga un poco de discernimiento y justicia en este magma de Rosas Alcázar que buscan desesperadamente hijos para que su radionovela personal termine como aquel serial en que madre e hijo se reencontraban en la felicidad completa después de haber hecho derramar a la España de la posguerra mares de lágrimas.