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Las grandes empresas españolas salen en defensa del euro
Las mayores compañías consideran que abandonar ahora la divisa europea situaría al país ante el peor de los escenarios posibles Cincuenta economistas aseguran que la moneda común es la mejor garantía de crecimiento y creación de empleo
MADRID. Actualizado: GuardarDefender la marca España ya no es suficiente, ni tampoco divulgar la capacidad que lucen poderosos grupos de origen nacional para desarrollar fuera buena parte de su negocio. La crisis global parece haber tomado al euro como rehén, y las grandes empresas españolas, que se mueven muchas de ellas en el sector del gran consumo o, como en el caso de los bancos, mantienen estrechas relaciones con las economías domésticas, perciben con inquietud cómo gana adeptos entre la opinión pública la idea de un abandono de la divisa común.
Por eso salen en defensa del euro, aunque de manera indirecta. Hablan por boca de los cincuenta economistas que, convocados por Fedea y la Fundación de Estudios Financieros, han concluido que «la pertenencia al euro es la mejor garantía de crecimiento y de creación de empleo» para España.
Fedea nació hace 25 años de la inspiración del Banco de España -el recientemente fallecido Luis Ángel Rojo fue su mentor-, porque la institución emisora consideró interesante que las empresas más potentes financiaran estudios sobre temas de interés vital para la sociedad -mercado de trabajo, educación, pensiones- desde una visión económica que entonces se interpretó como defensa del libre mercado.
Si se repasa la lista de patronos de Fedea se observa que son prácticamente los mismos que arropan a la Fundación de Estudios Financieros: los bancos Santander, BBVA, La Caixa, Bankia y Sabadell, la operadora Telefónica, la petrolera Repsol, las eléctricas Iberdrola y Endesa. La relación abarca desde la textil Inditex al grupo de infraestructuras y servicios Abertis, pasando por aseguradoras (Mapfre, Mutua) y alguna constructora. También abundan las consultoras (Deloitte, KPMG, PWC) y bufetes de abogados (Uría y Menéndez y Garrigues).
A todas esas compañías les inquieta la actual deriva de la crisis. Por descontado, la mayoría está sufriendo el desplome del negocio que ha ocasionado el parón económico. Las que cotizan en Bolsa han perdido entre un 15% y un 35% de capitalización en lo que va de año, y los bancos se ven afectados además por la depreciación causada en sus carteras por la crisis de las deudas soberanas. Pero también consideran una eventual salida de España del euro el peor de los escenarios posibles. Cierto que una nueva moneda se podría devaluar, pero la ganancia de competitividad quedaría en nada porque, como es de prever, arrancaría una escalada de los tipos de interés sin el paragolpes del Banco Central Europeo (BCE).
Voces críticas
¿Quién pide salir del euro? Voces otrora críticas con la Unión Monetaria como la del ex ministro de Economía Miguel Boyer abandonaron hace tiempo esa posición. Boyer ha explicado, sin embargo, que tras desempeñar un importante papel en la gestación del euro, llegó a pensar como Paul Samuelson que «meterse en la cama con un gorila», en referencia a Alemania, era un riesgo que hubiera sido bueno evitar. Ya no opina lo mismo.
A las grandes empresas no les inquietan tanto las sugerencias individuales -el economista jefe del grupo ING apuntó hace un año que España podría, como Reino Unido, aliviar su cuantiosa deuda privada con un largo periodo de inflación alta, algo que el BCE no toleraría- como las manifestaciones que están calando entre la población que padece los recortes y no encuentra otra forma de expresar su malestar.
Entre ellas, las vertidas por el veterano economista Fabián Estapé. No es precisamente un converso, ya que defendió la continuidad de la peseta hasta el momento de su desaparición, así que sus opiniones no sorprenden. Pero Estapé se hace eco ahora del pensamiento de otros muchos. «Resulta sumamente paradójico cotejar cómo se nos vendió el euro y lo que realmente ha llegado a ser», escribió a finales del dramático mes de agosto último. Y añadió que «más allá del sentimentalismo y la sensiblería, parece ser que se identifica cada vez más a la peseta con una vida más barata y con problemas menos acuciantes».
Estapé, sugiere, y no le falta razón, que se abre camino la idea de que la adscripción al euro no ha ido acompañada de ninguno de los beneficios prometidos. «No ha significado estabilidad en los precios, ni una inflación baja que se traduzca en menor incertidumbre económica para los consumidores, ni una mejor planificación a largo plazo para el sector industrial y una mayor cohesión social, ni que las políticas de los estados se hayan beneficiado de una vigilancia multilateral y una disciplina fiscal común», denuncia.
Los cincuenta economistas convocados por Fedea y la Fundación de Estudios Financieros tienen claro que hay que combatir ese pesimismo. Postulan que «debe evitarse la tentación populista de culpar al euro de los problemas que hoy aquejan a la economía española y europea», y consideran importante trasladar a la opinión pública «los grandes beneficios que derivan de la pertenencia» a la moneda única. La comprensión de estas ventajas, aseguran, «es necesaria para asumir de forma conjunta los esfuerzos y ajustes que hoy nos imponen».