CONQUISTAS Y RENDICIONES
Pocas veces un programa de gobierno ha topado con tantas circunstancias económicas adversas
Actualizado: GuardarSi las políticas sociales de Zapatero tuvieron una entrada de caballo andaluz para acabar en un frenazo de burro manchego no ha sido solo por culpa suya. Pocas veces un programa de gobierno ha topado con tantas circunstancias económicas adversas. Y además, no hay que engañarse, somos lo que somos. Cuando un telefonazo de Berlín o una carta del BCE consiguen provocar reformas precipitadas de la Constitución, es de ilusos confiarse a las buenas intenciones propias. No cabe duda de que las medidas políticas orientadas a favorecer la equidad y a procurar la igualdad de oportunidades necesitan estar respaldadas por convicciones fuertes. Pero los principios son más firmes cuando se asientan en la inteligencia y en el esfuerzo que si quedan reducidos a formulaciones líricas destinadas más al diseño de una imagen propia que a la transformación de la sociedad.
En medio de esa sucesión de renuncias y capitulaciones que ha sido la política social del Gobierno socialista no sería justo olvidar los principales logros de Zapatero en esta materia. Unos con efectos positivos de alcance, como la Ley de Dependencia. Otros quizá más simbólicos pero no por ello carentes de relevancia cívica, como el reconocimiento de los matrimonios homosexuales.
Lo que ocurre es que junto a las actuaciones de calado se han sucedido los palos de ciego, las cataplasmas de ocasión y alguna otra medida más o menos estrambótica con tufo de oportunismo. Por ejemplo, el llamado 'cheque-bebé' de 2.500 euros concedido por igual a las familias humildes y a las millonarias.
A la larga, la indefinición y la falta de criterio del conjunto han debilitado las parcelas más necesarias de lo social. Da la impresión de que, en vez de haber estado dictada por un empeño estructural, la política de igualdad se ha dejado llevar por vaivenes coyunturales y de circunstancias que la han hecho más vulnerable llegada la hora de los recortes. A la vista de algunas iniciativas de los gobiernos de Zapatero no es fácil distinguir hasta dónde llegan los derechos y dónde empiezan las dádivas, o cuánto hay de justicia y cuánto de simple voluntarismo caritativo en determinadas líneas de ayuda expuestas a un mercadeo de quita y pon.
Y también ha faltado pedagogía para transmitir el mensaje de la equidad a una ciudadanía no demasiado receptiva a discursos igualitarios, y menos cuando en esta fase de prepostzapaterismo ya empiezan a verse dibujados los primeros trazos en el amenazante croquis ideológico de la derecha ultraliberal que se aproxima tijera en mano.
«A los hombres se les gobierna con la cabeza; no se juega al ajedrez con un buen corazón», advirtió Chamfort.
Si en vez de gobernar en verso hubiera optado por la prosa, probablemente Zapatero no habría podido evitar los recortes forzados por la crisis; pero al menos habría dejado trazada una dirección, llámese de izquierda, llámese socialdemócrata, desde la que seguir librando la batalla en favor de los más desprotegidos.