Viaje a las cloacas del Estado
Urbizu se postula como candidato al palmarés con un 'thriller' que explora las causas del 11-M
SAN SEBASTIÁN. Actualizado: GuardarUna juez, profesional hasta lo estirado, procede al levantamiento de un cadáver en un puticlub. Con aires a lo 'CSI' pregunta: «¿Y ese olor?». «Estos sitios huelen así», responde un encallecido policía. La atención al detalle veraz demuestra el talento que hay detrás del guión y las imágenes de 'No habrá paz para los malvados', la primera película española a competición en el Zinemaldia. Ocho años ha tardado Enrique Urbizu en volver a ponerse detrás de las cámaras con un 'thriller' en toda regla, seco y doloroso «como una patada en las costillas», en definición de su director. Los aplausos de los periodistas en la rueda de prensa demostraron que ya tenemos candidata a un palmarés donde debería figurar su protagonista, un aterrador José Coronado.
Lo primero que vemos del protagonista son sus botas (las mismas que, por cierto, usa Urbizu). Santos Trinidad tiene nombre de malo del Oeste, y mucho de 'western' hay en sus andanzas por un Madrid real y apocalíptico al mismo tiempo. Trinidad una vez creyó y fue un buen policía, pero algo se torció y hoy da tumbos entre la comisaría y las tascas infectas donde apura cubatas, tres partes de ron, una de Coca-Cola. Una noche de borrachera comete una matanza en un prostíbulo. Sus empeños por eliminar a un testigo le introducirán en el submundo del narcotráfico y el terrorismo islamista.
«Esta no es una película sobre el 11-M, sino sobre qué falló e hizo posible el 11-M», relata Urbizu, que convierte sus comparecencias en una lección de cine. El filme recorre «subliminalmente» los escenarios de la matanza, de Atocha a Morata de Tajuña, donde se montaron las bombas. Muestra un Madrid pocas veces visto en el cine: tabernas, locutorios, polígonos industriales de extrarradio, estaciones, centros comerciales. Un Madrid mestizo «que sutilmente alude a la memoria colectiva de los atentados», con las cuatro Torres de la Castellana permanentemente en el 'skyline' de la ciudad como emblema del pelotazo y recordatorio del 11-S neoyorquino.
Personajes llenos de verdad
«Quiero comunicar desazón y angustia al espectador, hacerle partícipe de un clima de inseguridad», explica el realizador bilbaíno. En el buen cine negro la trama es casi lo menos importante, una excusa para el retrato de ambientes y personajes. La intriga de 'No habrá paz...' se detiene en las pesquisas; este no es un 'thriller' de acción a lo Michael Mann, aunque los estallidos de violencia son brutales. Los tipos duros, encarnados impecablemente por actores como Juanjo Artero y Rodolfo Sancho, rezuman verdad. Sin tics ni guiños, sin zarandajas postmodernas a lo Tarantino.