Custo brilla en NYNo con mi ropa
Quince años en la Fashion Week. El único español que ha desfilado esta edición en la pasarela neoyorquina sorprende con ropa de cobre y acero. «La tecnología es el nuevo lenguaje de la moda»
Actualizado: GuardarMientras Nueva York conmemoraba los atentados del 11-S, Custodio Dalmau festejaba en el Stage del Lincoln Center otras efemérides radicalmente distintas. El diseñador catalán aprovechó la Fashion Week de la Gran Manzana para repasar sus tres décadas en el mundo de la moda y su presencia durante 15 años ininterrumpidos en una de las pasarelas de mayor proyección internacional. En esta edición fue el único creador español. Nadie como él ha resistido el impacto de una crisis que ha dejado secos de pedidos los talleres de muchos modistos nacionales, seguramente con más eco mediático pero menos brillo en las cuentas.
«La moda es muy sensible a la economía y cuesta crecer», admite Custodio. No es precisamente su caso. Acaba de abrir tienda en Caracas y antes de finales de año hará otro tanto en Oriente Medio, plazas con las que pretende «compensar» los agujeros que la caída del consumo «ha abierto en España y Europa».
Por eso sorprendió a pocos el gesto de Gerad Guiu, jefe del gabinete de presidencia del Barcelona, que le regaló una camiseta del equipo culé con su nombre impreso -sin dorsal- por difundir la «imagen de marca y poderío». Sin levantar la voz, Custo insinuó que casi nadie daba antes un duro por él, ya que inicialmente aspiraba a ganarse la vida como diseñador gráfico. Cuando el cónsul de España en Nueva York, Fernando Villalonga, le regó los oídos de elogios antes de invitar a hincar el diente al 'boeuf a la bourguignon' que preparó para una generosa legión de comensales en su residencia con vistas a Central Park, el creador explicó que el mayor cambio que ha vivido en los últimos años tiene más que ver con su apariencia física que su filosofía de vida. «Tenía el pelo más largo», ironizó al recordar cómo ha salpicado su carrera de rentables coincidencias. Y cómo se reinventa cada temporada sin perder de vista su ADN. «Cambiamos todo para seguir siendo los mismos».
Modelos voluntarios
Si Custo es lo que es en el mercado americano, donde factura el 20% del negocio, no es porque se lo pusieran en bandeja. En 1996 se ganó la confianza de los que cortan el bacalao en Estados Unidos al dejar su sello en el certamen de creadores noveles. Al año siguiente, cuando la Fashion Week vivía más que nunca a la sombra de las pasarelas de París y Milán, Custo echó mano de la ironía con la que juega habitualmente. Al no tener dinero para contratar a modelos profesionales, recurrió a voluntarios que fue reclutando por las aceras: un bombero, una mujer embarazada, un policía, un reputado fotógrafo de moda, un músico... De la música que ambientó el desfile se encargó un desconocido cantante de ópera africano.
Como por aquel tiempo la firma que hoy cuenta con más de 2.000 puntos de venta en todo el mundo solo «hacía partes de arriba», es decir, camisetas de algodón, y los medios de que disponía eran mínimos, los maniquíes que desfilaron en un gimnasio de la calle Elisabeth tuvieron que poner algo más de su parte. «Les dimos una camiseta a cada uno y ellos decidían con qué la combinaban». La experiencia, pese al riesgo, funcionó. En esto, Custo también se recicla al utilizar cada colección como «un laboratorio para mejorar», pese a que sean legión los críticos que juzgan imperceptibles las innovaciones que va inoculando en un universo cargado de coloridos chispazos. «Parece que siempre sea lo mismo y no lo es», se defiende. «Reinventarse es más difícil que crear», advierte.
Quizá para despejar todo tipo de dudas, su ultimo desfile neoyorquino revela por dónde van los tiros. Junto a los clásicos fucsias, turquesas y naranjas con los que suele desenfundar habitualmente, esta vez guardó en la recámara munición extra: beiges y crudos con los que sofistica su paleta de colores. Por si esto no fuera suficiente y quién sabe si para tapar otras bocas, mezcló los tradicionales linos, sedas y algodones con materiales sorprendentes, como viscosas, acetato y bambú, con los que logra espectaculares contrastes de brillo y mate y condimenta texturas refulgentes provocando el efecto espejo. Con hilos de acero y cobre, construye mallas metálicas que confirman el influjo de la tecnología como principal concepto creativo. «Es (la tecnología) el nuevo lenguaje de la moda. Es la gran revolución», sentencia.
Durante los dos meses y medio que ha dedicado a la colección de pasarela que siguieron desde el 'front-row' Santiago Segura, la top zamorana Almudena Fernández y el actor Matthew Settle, de la serie 'Gossip girl', Custo ha confirmado lo que es un secreto a voces. Que las máquinas de tejer «hacen hoy cosas verdaderamente increíbles» y que cualquier tipo de material, por raro que suene, puede ser objeto de uso. Da vuelo, por ejemplo, a vestidos hechos con derivados del maíz. Se acabó, pues, la tiranía de lo políticamente correcto para adentrarse en los límites de los diseños tridimensionales y ensalzar los relieves y superposiciones de sus propuestas estrellas del próximo verano: vestidos para las mujeres y blazers para hombres confeccionados con telas «tan ligeras que se podrían guardar en un bolsillo».
Su hija en la pasarela
Pero nada de su último discurso estilístico roza la categoría de lo liviano. Ni siquiera cuando vistió al andrógino Andrej Pejic, uno de los modelos más impactantes del momento, de mujer. Con prendas que se resisten a romper la barrera de los sexos, los hombres visten como mujeres y ellas como varones en un juego marcado por la «ironía y la parodia».
Custo evita el tradicional recurso de las ropas unisex. No casa con una marca que mantiene su «vocación de mujer». Solo el 15% de la colección tiene como destinatario al hombre. «Nos gusta el riesgo, pero mientras con la mujer podemos apretar el acelerador, con el hombre hay que ir con el freno muy a mano». Visto lo visto en Nueva York, donde desfiló su hija Carla, el diseñador leridense mantiene el control de la situación. «Las cosas suelen tardar en la moda porque los resultados no suelen llegar a la velocidad que se desea».
Cuando Belén Esteban anunció su boda y lloró en público el feo que le hicieron Rosa Clará, Victorio & Lucchino y Pronovias al desistir de diseñarle su vestido nupcial, no descubrió ninguna cosa nueva. Incluso en tiempos de crisis y con las ventas por los suelos, hay firmas de moda que no quieren que sus prendas caigan en cualquier cuerpo. Es lo que tiene el lujo. La exclusividad controla los detalles y mantiene a raya lo que huela a vulgaridad.
En EE UU las marcas preservan su imagen a toda costa. Y lo mismo tiran de chequera para contratar a los rostros famosos y modelos más cotizados que no se rasgan las vestiduras para evitar el efecto contrario; que gente, llamemos no demasiado deseable, use sus logotipos. El último caso lo ha protagonizado Abercrombie&Fitch, en expansión en España. A los ejecutivos no les hacía ninguna gracia que sus prendas fueran expuestas en un 'reality show' de la cadena musical MTV. Mike Sorrentino, su protagonista, es un fan declarado de Abercrombie. Pero la compañía no dudó ni un momento y ofreció un cheque -no sabemos si en blanco pero sí lo lo suficientemente sustancioso- para que los protagonistas de 'Jersey Shore' (centrado en un grupo de jóvenes de ascendencia italiana que se pasa el día de fiesta) dejaran de mostrar sus productos en pantalla.
Anulado el efecto antipublicitario, la compañía difundió un comunicado en el que mostraba su preocupación por la asociación de su imagen con el programa de telerrealidad. Alegaron que era contrario a la naturaleza de su marca y que podía resultar molesto para buena parte de sus seguidores. Con lo que no contaba Abercrombie&Fitch es que al día siguiente de hacerse pública la oferta a todo el elenco artístico las ventas de la empresa cayeron el 10%.