CONSEJO DE MÉDICOS
Actualizado: GuardarMás vale un general malo que tres buenos. Cuando se juntan a la cabecera de un enfermo varios galenos ilustres, todos coinciden en la dolencia que sufre, pero discrepan radicalmente en su tratamiento. Estados Unidos y Europa han chocado de lleno en sus recetas contra la crisis en un momento que además no es el mejor para las farmacias. Unos consideran que la reactivación de la anémica economía necesita estímulos para que el dinero vuelva a circular, cumpliendo su vocación de nómada, y otros recomiendan amartillarlo y prescriben la austeridad. Cuando los médicos no están de acuerdo y aconsejan cosas opuestas no hay que llamar a más médicos: hay que llamar a la funeraria. Se acaban las discusiones y empiezan a unificarse los criterios. El espiritismo es la única forma que tienen para comunicarse con sus antiguos clientes. A los economistas les pasa lo mismo y no digamos a los expertos en la economía ajena. A don Emilio Botín, que tan coherentemente lleva su apellido, le parece muy mal que se vuelva a poner el jodido impuesto, que va a fastidiar a los ricos, faltando a una larguísima tradición que les ha hecho a todos los gobiernos especialistas en sacarles el dinero a los que no lo tienen.
Se debate cuál de las dos recetas para hacer frente a la crisis es la adecuada. Lo que no se puede hacer es darle la espalda. Los ministros de Economía de la Unión Europea rechazan el sistema estadounidense, que es partidario de impulsar la actividad y vuelven a insistir en que el remedio está en la austeridad. Ya se sabe que el mayor progreso de la medicina consiste en asignar nombres distintos a las enfermedades de siempre. La enérgica enfermera Angela Merkel dice que los países con una moneda común no han librado nunca una guerra entre sí y se esfuerza por salvar al euro. La Eurozona es un guirigay y a la cabecera del enfermo se oyen los gritos de Jean Claude Trichet, de Olli Rehn, de Klaus Regling y otros ilustres facultativos. Al enfermo, además del bolsillo, le duele la cabeza.