PAN Y CIRCO

Más baloncesto

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Por encima de cualquier análisis estrictamente deportivo, la cita que durante las últimas semanas ha acogido Lituania nos ha reconciliado por enésima vez con el baloncesto; un deporte que tiene la habilidad de reinventarse cada año y captar adictos cada vez que se disputa una competición por naciones. Este campeonato de Europa 2011 llega a su fin con la emoción de un torneo en el que la igualdad ha sido la nota predominante. La nómina de favoritos a alzarse con la copa crece con el paso del tiempo, y afortunados seguimos contando con los nuestros en el pelotón de los elegidos. Por el camino de la fase de grupos han caído selecciones como Italia, Alemania y Turquía, poniéndose de manifiesto el tremendo nivel de todos los participantes. Dejando al margen el primitivismo de nuestras costumbres, además del interés mediático y económico porque el fútbol siga siendo el rey, no tengo la menor duda de que el basket le gana y por paliza al balompié. Su pasión es infinitamente más saludable que la del fútbol. Diría que la deportividad y la educación abundan más en una cancha que en un terreno de juego y eso es porque el baloncesto es un juego de caballeros con tantas posibilidades tácticas donde el más inteligente es capaz de superar al más fuerte. Ahí ha estado, sin duda, la clave para que la selección española se haya instalado en el escalón más alto durante esta última década. Desde que se alzara con el título Mundial (con Pau Gasol viendo el partido desde el banquillo), borrando del mapa a Grecia y encumbrando a Andrés Montes como el mejor comunicador posible, hasta esta cita lituana, España ha tenido la osadía de discutirle el oro olímpico a las estrellas de la NBA y, lo que es mejor, ganarse merecidamente un hueco en nuestros corazones porque hemos reído y llorado con ellos como si formáramos todos parte del mismo quinteto.