DESVIACIONES
Actualizado: GuardarNo sabemos cuál es el camino recto, pero sabemos que vienen curvas y hay que agarrarse. Nuestros políticos hacen lo que pueden, que es exactamente lo que debieron hacer cuando podían. Recomiendan soluciones que no pasan de ser remedios y no hay ni uno solo al que se le pueda acusar de optimista. Se conoce que todos tienen tan buena vista que lo ven todo negro. Doña Elena Salgado confiesa que las cuentas de las Autonomías y las de la Seguridad Social presentan «fuertes desviaciones» que hacen dificultoso que España cumpla su objetivo de déficit. Por su parte, que todavía no le toca, don Javier Arenas promete «el Gobierno más austero de la historia». Es mucho decir. Aunque no sea un jovencito, tampoco es tan mayor como para haber sido ciudadano de Esparta. No hay que exagerar. Algunos de los que ahora somos sinceramente viejos sí fuimos espartanos obligatorios en cualquier sitio donde nos tocó vivir. Al menos, en la guerra prolongable usamos alpargatas con suelas de esparto, lo que no deja de ser una forma de darse una idea de cómo vivían aquellos aguerridos tipos del Peloponeso.
No se puede estar preso y asustado, proclama la sabiduría popular. O una cosa u otra, que las dos son malas, pero no tienen que convivir. ¿No nos estarán atemorizando demasiado? No lo digo por el debatido impuesto sobre el patrimonio, que únicamente aterroriza, y en muy escasa medida, a los que no tienen nada que temer. Me refiero a la buena gente que se gana la vida con esfuerzo y se resigna a ser esquilmada todos los meses.
Hay que saber hasta qué punto se puede arquear un objeto flexible antes de que se rompa. Solo el crujido delata dónde acabó su resistencia. Quizá los griegos actuales, remotos y desvirtuados descendientes de los que guerrearon con los espartanos, nos puedan informar. Lo que nos está haciendo falta ahora son portadores de buenas noticias. Los portavoces de los partidos solo anuncian las pésimas, sin detenerse en las malas.