Marc Gasol anota durante el partido frente a Turquía. :: EFE
Deportes/Baloncesto

España ya tiene su caricatura

La resaca de una noche mágica ahoga en la vulgaridad a una España sin Pau

PANEVEZYS. Actualizado: Guardar
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Hay gallos, desafinos y cantadas. La protagonizada ayer por España entra de lleno en el tercer grupo. Cum laude el traspié de quien horas antes había emocionado, extasiado al mundo de la canasta con 20 minutos de ensueño, magia pura al servicio del showtime. Inverosímil resurrección de Turquía, de plañidera a grupo rearmado en cuestión de horas. Hay formas de perder. Agravantes y atenuantes equilibran el veredicto. En el caso de los de Scariolo apenas les sirve como excusa la ausencia de Pau Gasol, con un tobillo lastimado y la decisión de reservarlo para cuando la fiesta arranque mañana en Vilnius. Era uno de esos partidos que sin brillo, a falta de pericia, 'La Roja' acercaba a su despensa por inercia. Pero carece de explicación, es de muy compleja absolución, el bloqueo de los campeones de Europa en el cuarto final. Como avance queda el parcial, 2-16. Quienes habían acribillado a Lituania veinte horas antes con 62 puntos en 20 minutos, en la mitad de tiempo solo fueron capaces de anotar la primera canasta del desenlace. Los 8'40 minutos restantes, agua tras agua. Ni un tocado más.

Le vino bien a Turquía que al infiel polaco se le arrugara el alma ante Gran Bretaña. Pifiaron y de lo lindo cuando mostraban el pasaporte en la ventanilla para cruzar la frontera deportiva camino de la segunda fase. El triunfo británico era el comodín del público que salvó la vida a Turquía. Llegaron los de la media luna en cuarto menguante a la cancha y la dejaron en fase creciente. Ver para creer. De no respirar a llegar a Vilnius con una victoria contabilizada, igual que Lituania y España.

Conocida la clasificación turca antes de que comenzase el partido, la película había cambiado sustancialmente. Tras el repaso a Lituania y en previsión de que no hubiera nada en juego ante los turcos, Scariolo anunció la apertura de la veda. Más oportunidades, con un nombre propio en la cabecera, Fernando San Emeterio. Pero resulta que la victoria ahora sí que valía un potosí y para colmo de males se encendió la alarma en uno de los tobillos de Pau Gasol. El italiano asumió contar con personal suficiente para no variar en exceso su planteamiento y se metió en el río confiado en controlar el caudal.

A medio gas, con Ibaka al amparo de Marc Gasol, España mantuvo el mando en plaza. Sin florituras, pero con sensación de solvencia. Se trataba de recibir al morlaco, bajarle la fiereza y llevarle al terreno menos peligroso. Y eso también se puede y debe hacer sin el jugador franquicia. Los euroasiáticos entendieron la situación. Fueron a remolque y probaron y probaron. Turkoglu no era el referente esperado ante el buen trabajo de San Emeterio y le llegó el turno a esa perla apellidada Preldzic. Firmó 11 puntos seguidos que llevaron a su marcador cántabro al banco. Rudy tomó el testigo y dejó al bosnio-esloveno-turco (las tres nacionalidades que ha tenido) convertido en una figura decorativa.

Turquía parasitaba a rebufo de España y llegó un segundo factor que le permitió seguir de tal guisa. Tiempo de estopa, no musical, sino boxística. Ese terreno lo dominan los de Orhun Ene. Más si desde el banco rival no hay señales de respuesta. Scariolo decidió que tenía bastante con tres pívots, pese a que el menor de los Gasol, Reyes e Ibaka tuvieron que reducir la marcha por las faltas. El ambiente en el Cido Arena era plomizo, como el juego, pero la meta se veía próxima y no daba la sensación de que hubiera la posibilidad de cambio de ritmo en el sprint final. Claro exceso de confianza.

La puntería flojeó después de que Felipe Reyes colocara el 57-49 con la primera canasta del último cuarto a 8'40 minutos del final. España no enchufó una más. Precipitaciones, dudas, nervios. Se convirtió en un equipo previsible. 1 de 10 en canastas de dos puntos; 0 de 6 en triples; 0 de 2 en libres. Insólito. Tampoco es que Turquía tuviera a sus iconos de cara, pero al menos sumaba. Con un triple de Onan se puso al mando por primera vez (57-60) a 3'42 del final. Muerte súbita. España también tiene su caricatura.

Del paseo militar, del pase a la siguiente ronda con dos triunfos (uno en Vilnius le hubiera bastado para asegurarse un puesto de cuartofinalista) a llegar en igualdad de condiciones que sus compañeros de viaje. La decepción es indisimulable.