MILENIO

GUERRA EN RODIEZMO

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Llegó este fin de semana pasado el notable Alfonso Guerra a la explosión sindicalista asturiana de Rodiezmo con su preceptivo pañuelo rojo extrañamente anudado en torno a ese cuello y garganta del prócer socialista que han emitido tantas quejas, denuncias y críticas aviesas de la derecha patria, últimamente más relajada tras la renuncia del sacrificado Zapatero, e hizo levantar de sus asientos a estos sindicalistas de la Asturias patria querida que permanecen fieles a sus creencias idílicas de justicia sindical junto al notable parlamentario. Los neorrealistas italianos hubiesen inmortalizado al notable sevillano por todas las ramas de las artes. Junto al notable líder sindical, Cándido Méndez, que ponía su migaja de surrealismo por su proximidad física con el prócer Guerra.

En realidad, nuestra clase continental trabajadora es la más sufrida y abnegada de todas las que se arrastran aún a lo largo de los restos imperiales de esta Europa surgidos en la sufrida sociedad continental y concebida en el seno de las distintos absolutismos europeos, siempre machacada, por consiguiente, por los tiranos más sangrientos, sin dudas, que surgieron de los distintos genocidios ideados y utilizados por los sucesivos príncipes guerreros de aquellos absolutismos cuyos restos aún encontramos por el paisaje andaluz desde Clemente Domínguez, el líder intelectual (¿) de las huestes palmarianas de la Santa Faz, hasta los irredentos y voraces líderes de los llamados mercados financieros que confiemos en su eterno padecimiento en los infiernos de esos infieles de Walt Street y el Pentágono.

Guerra fue a Rodiezmo, volviendo al principio, a demostrar su erre hache negativo obrerista. Felipe nunca fue, o bien, la memoria histórica de nuestra patria no lo recuerda. Pero nunca apareció por tales espacios asturianos el sacrificado José Luís Rodríguez Zapatero, y menos aún el populista Javier Arenas, siempre más pegado a Chipiona o Torremolinos que a Asturias. El letrado (abogado) Arenas nunca mostró gran entusiasmo por la cornisa cantábrica, todo lo contrario que los líderes mineros asturianos. Y tampoco parece probable que mantuviera confidencias y complicidades con el gran Álvarez Cascos.