ESPAÑA

LIBIA Y EL COMERCIO DE ARMAS

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Uno de los aspectos más preocupantes que nos está deparando el actual conflicto de Libia se deriva, por un lado, de la venta de armas que muchos países, entre ellos varios europeos incluida España, han efectuado al país magrebí, cuyo régimen estaba bajo la dictadura de Gadafi y, por otro, del futuro del armamento, ya sea convencional o de destrucción masiva, que actualmente existe en Libia.

Aunque la mayoría de países europeos suspendió sus ventas de armas a Libia, entre ellos nuestro país, el pasado mes de marzo, en los cinco años que pasaron entre 2005 a 2009, ambos incluidos, vendieron a Libia armamento por valor de 834,54 millones de euros -7,6 correspondieron a España-. Con mucha probabilidad, algunas de dichas armas han sido utilizadas para reprimir las revueltas pacíficas del pueblo libio.

Es evidente que la Unión Europea no cumplía su Código de Conducta en materia de exportación de armas, que data de 1998. Solo ha sido a partir de este año cuando los países europeos han cambiado de actitud. España, con la promulgación de la Ley 53/2007 sobre el control del comercio exterior de material de defensa y de doble uso, ha empezado a aplicar dicho Código, aunque con retraso. La revocación de dos licencias de exportación a Libia, en febrero de 2011, así lo atestiguan.

En la otra cara de la moneda, se calcula que en Libia existen en la actualidad cientos de lanzamisiles tierra-aire, conocidos como MANPADS (Sistemas Portátiles de Defensa Aérea). A este armamento convencional se añade armamento de destrucción masiva, materializado en 11,50 Tm de gas mostaza sin eliminar que había cuando comenzaron las revueltas y uranio no enriquecido que quedó después de desmantelar la parte esencial de su programa nuclear, a mediados de la pasada década.

Ante esta situación y al objeto de contribuir con la máxima eficacia al actual proceso democrático de la primavera árabe, es preciso, por un lado, cumplir rigurosamente en la UE el Código de Conducta citado para evitar que se vendan armas a países que tienen conflictos armados o donde se violan los derechos humanos.

Por otro, resulta urgente no solamente evitar que el armamento existente en territorio libio lo utilicen las fuerzas de Gadafi sino también, y en particular, impedir que pueda ir a parar a grupos extremistas como AlQaida o a los países vecinos. En este último caso, el control de las fronteras es vital.