Venecia recibe entre ovaciones a 'Un dios salvaje', de Roman Polanski
El director regresa tras su odisea judicial con una brillante adaptación de la obra teatral de Yasmina Reza
VENECIA. Actualizado: GuardarEl festival de cine de Venecia recibió ayer con grandes aplausos la última película de Roman Polanski, 'Un dios salvaje', fantástica historia que se sostiene sobre los hombros de cuatro enormes actores: Jodie Foster, Kate Winslet, Christoph Waltz y John C. Reilly. Los tres últimos homenajearon al ausente director, que no se atreve a abandonar su domicilio en París tras sus problemas con la justicia, al que atribuyeron todo el mérito del estupendo resultado. La cinta funciona como un mecanismo de relojería en el que cada frase y movimiento está estudiado hasta el más mínimo detalle.
«Es una historia increíblemente compleja en los detalles», explicó Winslet en la rueda de prensa. Una historia sobre dos parejas que se enfrentan tras una pelea de sus hijos, de once años. Y en la que, al desarrollarse casi en su totalidad en el salón de la casa de una de las parejas, hace que el trabajo de los actores sea aún más importante que en otros filmes. «Los cuatro estuvimos muy implicados desde el primer día de los ensayos. Tuvimos la ayuda de un guion extraordinario», indicó Winslet.
Dos semanas de ensayos les permitieron coger el tono y ritmo que Polanski quería dar a la película, algo alejado del de la pieza teatral de Yasmina Reza. La única localización espacial fue un hándicap para Polanski sino todo lo contrario, puesto que ese es un punto fuerte del director franco polaco. «Su precisión, su exactitud, su microscópica forma de trabajar...», señaló Waltz, ganador de un Oscar por su nazi de 'Malditos bastardos'. Todo ello llevó a los actores a conocer cada movimiento, cada posición, cada frase, como si fuera exactamente una obra de teatro.
Educados y salvajes
Un proceso que les permitió darse cuenta de que tenían una forma similar de trabajar, en la que se plantean todo en cada momento, resaltó la protagonista de 'El lector', que destacó además algo que a Polanski le gustó mucho y es que los cuatro actores se ayudaron y no se mostraron competitivos en ningún momento. Y eso se detecta en el resultado final de esta película, una coproducción de España, Francia, Alemania y Polonia, que, pese a estar basado en el archiconocido texto teatral, adquiere una dimensión diferente en manos de Polanski y de sus cuatro protagonistas.
Apenas unos cambios: diálogos aún más ácidos e histriónicos que en la obra, ligeras variaciones de estructura y algunas escenas fuera del salón en el que todo se desarrolla para dar un poco oxígeno en la gran pantalla. Pero, sobre todo, unos actores fantásticos, que no se creen sus personajes, sino que los viven. Unos personajes que no son ni blancos ni negros, sino que, como ocurre en la vida real, son honestos y falsos, educados y salvajes, dulces y abruptos.
Los cuatro protagonistas se apoyan y se sostienen en una película en la que ellos son el todo y la nada. No hay grandes paisajes, ni momentos épicos ni música grandiosa. Son cuatro personas encerradas entre cuatro paredes físicas y algunas mentales que sacan lo peor de sí mismos. Cuatro adultos que no saben resolver un problema en una historia pesimista pero con un rayo de luz, algo que quería introducir Polanski en la obra y que supone el principal cambio respecto al texto original, como explicó Yasmina Reza. La obra de teatro acaba de forma totalmente diferente, en la desolación total. Pero Polanski quería algo más abierto.
«Para mí fue difícil, pero he intentado responder a su universo», señaló Reza. Porque si algo tenían claro tanto la coguionista como los actores es que están encantados de haber participado en un proyecto con Polanski y de hacer todo lo que él quisiera. «Si te llama Polanski para cualquier proyecto no dices no», afirmó rotunda Winslet. Más divertido Reilly: «Cuando Roman te llama, después de levantarte del suelo, dices sí». Y más delicado Waltz: «Quiero a Roman Polanski y le admiro».